Estaba lavándome las manos en el baño y el jabón que utilizo es de olor y crea bastante espuma. Si al enjuagar mis manos no vierto agua sobre la espuma, el agua se va al desagüe pero la espuma se queda allí. Así que siempre vierto bastante agua sobre la espuma para que desaparezca. La espuma, debido a su densidad, siempre se va arriba o al tope de donde se encuentre. Esto me recordó cuando experimentamos coraje o nos airamos, que cualquier molestia, herida, o sentimientos de frustración que llevamos dentro tienden a salir a la superficie por encima de cualquier principio bíblico que hayamos tratado de poner en práctica. Y es que como dice la Palabra, “de la abundancia de corazón habla la boca”, y realmente ésto es algo inevitable. Vivimos en una lucha constante entre escoger hacer lo bueno y lo que nuestra naturaleza nos lleva a hacer. En muchas ocasiones cuando algo nos irrita, no es la accion en sí lo que nos provoca este sentimiento de molestia, sino el que nos trae a memoria, inconscientemente, alguna herida que no hemos sanado aún. Por eso, a veces, ni siquiera sabemos porque tal o cual situación nos molesta tanto, cuando no hemos querido reaccionar así. Las personas más cercanas a nosotros, con las que tenemos mayor confianza, son las que recibirán estas respuestas explosivas o inesperadas. Pero en la misma manera en que el agua disipa la espuma que se queda en la superficie, así mismo el Espíritu Santo que habita en nosotros, los que hemos creído en Jesucristo como nuestro salvador, va ayudando a sanar y restaurar nuestro corazón para ir disipando toda respuesta de ira, que nos lleve a contiendas o a herir a otros. El agua de vida nos va limpiando y devolviéndonos el gozo que quizás se ve opacado por las cosas sin resolver que vamos acumulando. Necesitamos que el Señor nos vaya renovando para que de nuestro corazón suba el fruto del Espíritu para la Gloria de Dios. Oremos para rendir al Señor nuestro corazón y pidamos que nos escudriñe y nos muestre dónde hay heridas sin sanar, o donde hemos acumulado corajes, para que el agua de vida nos limpie y nos ayude a dar testimonio de que Él vive en nosotros.
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Hospitalidad. Una palabra que siempre se utilizaba al hablar de nuestras características como pueblo. Pero ya con los años se ha ido perdiendo. Pudimos recordar los tiempos de nuestros abuelos cuando había hospitalidad y se demostraba un compartir y se ayudaban unos a otros, vecinos, familiares, amigos y hasta desconocidos. “Un vaso de agua no se le niega a nadie”. Esa frase la escuché muchas veces de mi mamá mientras crecía y la vi poniéndola en práctica. Pero, incluyéndome, para mi vergüenza, en muchas ocasiones he pasado por alto el estar disponible y dispuesta a ayudar a otros por la prisa de las rutinas cotidianas y el encierro con el que vivimos actualmente en nuestras vidas cibernéticas. Nos es más fácil como me decía una hermana de la iglesia, decirle a alguien que necesita un abrazo o una oración, ponerle un like o escribirle en las redes sociales que le enviamos un abrazo, cuando en realidad, em persona, le pasamos por el lado, y las oraciones que hemos prometido hacer nunca se realizan. Al pasar por la experiencia del huracán María, pudimos volver a desconectarnos de nuestras apuradas vidas y volvimos a ver y hablar con nuestros vecinos y amigos, esta vez en persona. Compartimos hielo, comida y otro tipo de provisiones, como lo hacía la iglesia primitiva. Como cristianos hemos sido llamados a mostrar el amor del Señor, como parte del fruto del espíritu insertado en nosotros. Más que una simple hospitalidad, somos llamados a realizar una hospitalidad bíblica. Donde abrimos las puertas de nuestros hogares para compartir con otros, hablar sobre la Palabra, orar, compartir alimentos y alentarnos unos a los otros. La privacidad con que se vive hoy día y los extensos horarios de trabajo nos limitan en esta tarea. Vamos a la iglesia, muchas veces, como un compromiso más y vemos a nuestros hermanos como a compañeros de trabajo que vemos en una jornada laboral y seguimos adelante. Debemos pedir al Espíritu Santo que nos haga sensibles a poder sentir las necesidades de nuestros hermanos ya tener un corazón dispuesto a ayudar a suplirlas en todo lo que podamos. No debemos olvidar ese principio bíblico de que hemos sido bendecidos para bendecir. Compartir y recibir a nuestros hermanos trae gozo a nuestras vidas y nos ayuda a darnos ánimo mutuamente en medio de las pruebas de este mundo. Practiquemos la hospitalidad cristiana donde no solo compartimos el pan como alimento, sino que compartimos el pan espiritual que nos sacia para siempre. Oremos al Padre para que ponga en nosotros el deseo de servir a otros siendo hospitalarios, en una forma que le glorifique. Que podamos rendir todo lo que tenemos para bendecir otras vidas. Andamos haciendo mil cosas en nuestras rutinas diarias. Entre el trabajo, los hijos, el esposo o los estudios tenemos todo el día ocupado, sin contar el tiempo que necesitamos para limpieza y nuestros antojitos y tiempo personal. En medio de todas estas cosas, ¿dónde está nuestro tiempo de oración? Nos hemos encontrado con personas que nos cuentan sus situaciones personales y le decimos que vamos a ponerlos en oración. Y, ¿cuántas veces llega nuestro tiempo de oración y se nos ha olvidado presentar esas peticiones? Pues comparto con ustedes este proyecto en su primera edición de un diario o agenda de oración con ustedes. Al final de este escrito tiene el archivo en pdf que pueden bajar e imprimir para su uso. Si no tienen impresora, pueden comprarse una libreta y usar este diario como una guía para crear su propio diario de oración personalizado a sus necesidades. Espero que sea de su ayuda y podamos fortalecer nuestro tiempo de oración. Incluyo algunos atributos de Dios que nos ayude en nuestras oraciones y hay preguntas personales para hacer listados de oración. Hay un formato para cada día de la semana, y páginas para oraciones especiales. Oremos en el día de hoy para pedir a nuestro Señor una sed por la oración y el dedicar tiempo a nuestra intimidad con Él.
Hace dos días hubo de nuevo en Puerto Rico un apagón general de electricidad por un accidente inesperado. Como ya contábamos con la reciente experiencia de huracán María, al menos a mi esposo y a mi, no nos tomó por sorpresa y nos sentíamos preparados y mantuvimos la calma. Ya habíamos comprado con tiempo unas luces que trabajan con energía solar, y no nos quencontramos damos a oscuras. Teníamos unas neveras buenas que inmediatamente él llenó con hielo. Por si el apagón pudiera venir acompañado de una falta en el servicio de agua potable, él trajo dentro de baño unas pailas grandes con agua que tiene guardada para emergencias. Abrió todas las ventanas de la casa para ventilación y nos sentíamos preparados para el tiempo que fuera necesario. Pero otra fue la historia de la mayoría de las personas que viven en la isla. En cuestión de minutos, al informarse que el apagón fue en todo Puerto Rico, las filas muy largas en las gasolineras se hicieron ver. Los generadores eléctricos de gasolina bajaban su inventario en las tiendas a medida que se los llevaban como si fueran botellas de agua. El tránsito en la calle se tornó muy difícil y los accidentes ocupaban las esquinas. Se reportaron varios incendies debido a los generadores eléctricos por la falta de conocimiento al utilizarlos. En otras palabras, la situación general se tornó caótica. Tal pareciera que nos azotaría un nuevo huracán al próximo día. Lo mismo nos sucede con nuestra vida emocional y espiritual. Todos atravesamos situaciones difíciles, pero no todos actuamos y respondemos de la misma forma. Dios conoce nuestra naturaleza imperfecta por causa del pecado en nuestras vidas y nos provee de su Palabra para guiarnos y corregirnos. Aún podemos ver cristianos en desesperación, pero no debería ser así. Debemos prepararnos regularmente para tener un resguardo el día de la prueba. Nuestra constante oración y lectura de la Biblia nos va llenando de la voluntad y el conocimiento de Dios, dándonos a su vez una base fuerte sobre la cual agarrarnos en los momentos difíciles. No estamos solos. Dios está con nosotros. Per a veces se nos hace difícil verlo cuando no hemos creado un hábito de estar conscientes de su presencia y de irle conociendo más. Debemos prepararnos para la vida, no solamente almacenando provisiones físicas, sino recibiendo la provisión espiritual que Dios en su gracia nos ofrece. Oremos a nuestro Señor dando gracias porque É es nuestra provisión para todo lo que necesitamos en la vida, no importa lo que sea. Damos gracias porque Él nos va preparando para lo que tenemos por delante con la ayuda de su Espíritu Santo. Estamos cubiertos con su amor y sus bondades. Me gusta mucho una película familiar sobre un robot en el futuro. Una de las partes que llama más mi atención es cuando luego de años de él vivir solitario, lleva esta robot de espacio y cuando está comenzando a entablar una amistad con ella, ocurre un evento que la lleva a entrar en una fase de alerta, y cierra sus programas y se encierra en sí misma. Wall-e, como se llama el robot, quiere aún así demostrarle amor e interés y aunque ella no puede responderle de ninguna forma, o hasta parece que ni siquiera está al tanto de lo que ocurre, él decide llevar a cabo gestos y detalles de bondad y amor para ella. Más adelante en la película, ella puede ver al despertar, por medios de videos que grabaron todo lo que ocurría a su alrededor todos los gestos recibidos por él y le corresponde. Esto me lleva a pensar: nosotros hemos recibido del Señor y su Espíritu Santo un fruto que nos provee amor y bondad para dar a otros, como así lo hemos recibido de Dios a nuestras vidas. Pero muchas veces tenemos la mejor intención de dar amor a otros, y nos desanimamos porque no recibimos nada a cambio, ni siquiera un gesto de agradecimiento. Por otro lado, podemos ser nosotros los que en tantas ocasiones hemos sido rechazados, o no hemos recibido en la vida amor suficiente, y nos lleva a encerrarnos en nosotros mismos y no respondemos, ni nos abrimos a recibir actos de amor o bondad. Dios nos muestra siempre que su amor para con nosotros es incondicional. “De ta manera amó Dios al mundo que dio a su Hijo Unigénito...” No nos dice que le correspondimos, no dice que nosotros le buscábamos. Él nos amó siendo aún pecadores. Dios es nuestro mayor ejemplo de lo que es dar amor sin recibir nada a cambio. Debemos ser persistentes con otros, aunque no veamos fruto al momento, aunque sintamos que hacemos cosas al aire. A su tiempo, otros podrán ver que lo que ofrecemos proviene de Dios y no es una emoción temporera. Podrán distinguir que lo que damos es genuino y es don de Dios. No nos cansemos ni nos desanimemos. De igual manera, recibamos con brazos abiertos los detalles de amor que otros tienen para ofrecernos. Oremos al Señor dando gracias por tan infinito amor para nosotros y pidámosle que podamos ser un reflejo vivo de amor y bondad para los que nos rodean. Que Dios nos ayude a ver a nuestro prójimo como Él los ve y disfrutemos del compartir y actos de amor de nuestros hermanos. |
AutoraMe llamo Myrnaly y resido en Ponce, Puerto Rico. Soy Cristiana, esposa, madre, y profesional. Tengo un Dios que me sostiene en Su Gracia y Misericordia, y renueva mis fuerzas cada dia. Blog Anteriores
September 2019
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