Mi esposo y yo nos encontramos en ocasiones en nuestra hora de almuerzo para comer juntos en medio de un atareado día de trabajo. Normalmente nos encontramos en algún restaurante de comida rápida y luego cada cual regresa a su lugar de trabajo. Pues, este fue el caso que nos ocurrió en estos días. Llego a encontrarme con él y ya estaba haciendo fila dentro del lugar para ahorrarnos tiempo y lo veo hablando con este muchacho. Era la primera vez que yo lo veía y hablaban con esta confianza que llegué a pensar que se conocían de años y hacía mucho tiempo que no se encontraban. Cuando me acerco y me uno a su conversación, fui impactada por la pasión y el gozo con que el muchacho le contaba sobre las cosas tan tremendas que él Señor había hecho en su vida y como le había suplido con detalles durante esta época en que todavía la isla maneja el volver a la normalidad luego del azote de huracán María. Su amor por Cristo se dejaba ver y las otras personas en la fila escuchaban calladamente sus palabras. Mi esposo y yo salimos ministrados en ese pequeño tiempo en que esperábamos en línea. Cuando ya nos entregan la orden y vamos a la mesa le pregunto quien era el muchacho y me dice que no lo conocía. Simplemente comenzó a hablarle mientras esperaban su turno. !Wow! Justo en estos días me entristecía porque ya muchas de las emisoras de radio cristianas ya no se escuchan en el área sur, o se escuchan solo a ciertas horas del día. El huracán acabó con las antenas de transmisión o la falta de energía eléctrica en el lugar donde se encuentran les dificulta el poder hacer su trabajo. Pero aún cuando en la radio no se escuche sobre Jesús, la Palabra de Dios será llevada de cualquier otra manera. He estado en lugares donde hay gente mencionando la Palabra y dando testimonios. Ésto me llevó al versículo que acompaña este escrito. Es nuestro trabajo llevar la Palabra y proclamarla, pero aún cuando nosotros no lo hagamos, las piedras hablarán. Seamos parte de esta bendición. No nos perdamos este privilegio de proclamar las buenas nuevas de salvación. El tiempo es propicio. Oremos pidiendo al Señor que nos dirija para poder hablar sin ningún temor o inseguridad su Palabra a donde quiera que vayamos. Que veamos como un privilegio el proclamar la verdad de evangelio y podamos experimentar ese gozo de primer amor todos los días.
0 Comments
Mi esposo estaba ayudando a mi hijo a preparar su cuarto para pintar las paredes al día siguiente. La última vez que se pintó su cuarto él tenía seis años de edad y los colores que escogió iban a tono con su energía y entretenimientos de su corta edad. Ahora, a sus catorce, ya el azul brillante y el amarillo de Bumblebee se veían cómo pasados de moda. Luego de que sacaron los muebles que en él había, mi esposo se percató de que había varios clavos en las paredes. Fue entonces, cuando desde mi habitación escucho un sonido de un martilleo y me asomo para verque ocurre. Él me explicó que con el martillo hundía los clavos en la pared para no sacarlos y hacer un agujero más grande del que había. Luego rellenaría con un sellador para que seque antes de aplicar la pintura. Pensé que era una buena idea. Lo que no es una buena idea es aplicar esa misma teoría a nuestras vidas. Todos nosotros vivimos en este mundo imperfecto causado por el pecado. Como consecuencia de ésto, a todos nos han herido alguna vez, o mejor dicho, muchas veces. En muchos casos, nuestras primeras desilusiones son recibidas en nuestro hogar y familiares cercanos, para según vamos creciendo sean causadas por amistades, y luego por nuestros enamorados. Lo que importa es que hacemos con esas heridas, o esos clavos que ahora yacen enterrados aquí. No estamos hechos de piedra o concreto como la casa, tenemos un alma que siente, padece y no olvida. En nosotros, esos clavos enmohecen con el tiempo y la falta de perdón y sanidad interior, cuando decidimos obviarlos. Si decidimos sacarlos, pero con otro clavo... entonces la cosa es peor porque terminamos con dos clavos en vez de uno, o con una herida más profunda. No podemos tampoco sacarlos y dejar el hueco, porque con el tiempo, se llenará con lo primero que creamos que resuelva nuestro problema. Solo lo hay una solución y una respuesta, y se llama Jesucristo. Él dio su vida para salvarnos por amor. Sólo Él puede saber nuestras heridas y no dejarnos un vacío. Él es dueño de nuestros tiempos y nuestro futuro. Él puede devolvernos el gozo y hacernos libres. Oremos al Señor para que examine nuestro corazón y remueva y sane lo que tengamos escondido para poder recibir la verdadera libertad y la paz que sobrepasa todo entendimiento. ¿Te has sentido como que estás en pausa? Como que el mundo sigue girando y yendo muy de prisa mientras van los días y ya hasta hemos entrado en un nuevo año y tú te sientes como que has estado de pie en el mismo lugar... como detenida en el tiempo. Así me he sentido.
Puedo mirar hacia atrás y solo veo el anhelo de crecer espiritualmente que tenía hace unos meses donde me sentía preparada para enfrentarlo todo. Solo pedía a Dios que me ayudara a seguir madurando y creciendo porque quería trabajar mucho más en su obra. Y de momento.. ¿qué sucedió? Esa que se sentía completamente fortalecida espiritualmente y que estaba alerta a las tentaciones y pruebas que pudieran aparecer en el camino siempre que buscamos ser obedientes y enfocarnos en la obra del reino, ya no se encontraba así. Sabemos que cuando más apasionados estamos por las cosas espirituales, más pruebas aparecen en nuestras vidas. Así que nos ponemos en modo de alerta y esas primeras pruebas las derrotamos sin mucha esfuerzo. Es ahí donde nos podemos caer. Pensamos que somos invencibles y ocupamos el protagonismo. No hay nada más fácil que desviar la mirada de Señor para ser nosotros los protagonistas. Y me ha sucedido a mi. Mis necesidades y mi quebrantamiento de salud se volvieron mi mayor preocupación y vertí todas mis energías hacia eso. Es algo muy sutil. Todos tenemos un precio y tenemos algo que puede detenernos de seguir al ritmo que íbamos en nuestra carrera espiritual. No debemos olvidar que e reino de Dios y su justicia siempre deben ocupar el primer lugar en nuestras vidas. Que no somos nosotros los que desarrollamos una fuerza para vencer las pruebas, sino que el Señor nos da la victoria. Dependemos totalmente de Él. Por simple que nos parezca las soluciones que nos planteamos, no podemos hacer las cosas mejor que Dios. Él conoce lo que es mejor para nuestras vidas y no nos deja solos nunca. Él ha prometido estar con nosotros todos los días de nuestra vida y sus promesas siempre son cumplidas. Su amor y misericordia se extienden para cada día que podemos despertar y su gracia nos acompaña en nuestro caminar. Él no toma pausas. No se dormirá el que te guarda. Él sigue obrando en todo momento, aún cuando experimentemos tiempos de quietud y silencio. Su gran fidelidad me asombra. Oremos al Señor para que recordemos que Él es nuestra roca firme, inconmovible y que su fidelidad es por siempre. Que recordemos que ante cualquier prueba, Él está presente y obrando en nuestras vidas. |
AutoraMe llamo Myrnaly y resido en Ponce, Puerto Rico. Soy Cristiana, esposa, madre, y profesional. Tengo un Dios que me sostiene en Su Gracia y Misericordia, y renueva mis fuerzas cada dia. Blog Anteriores
September 2019
Categories |