”Señor, tú eres Todopoderoso y no hay nada imposible para ti. Tú puedes hacer que aparezca alguien con hielo a mi casa, a la puerta.” Dije estas palabras mientras estaba de pie en la cocina de la casa, y mi esposo me miraba mientras me escuchaba. Estas palabras cruzaron mis pensamientos y mis labios luego de llevar una semana sin energía eléctrica en nuestra casa, al igual que el resto de nuestra isla de Puerto Rico tras el paso del huracán María. Anunciaron en las noticias que se acercaba este súper huracán categoría cinco a nuestra pequeña isla, y llevamos a cabo los preparativos necesarios. Teníamos nuestra neverita y varios bloques de hielo en nuestro congelador regular en caso de que se interrumpiera el servicio de electricidad. Nuestros preparativos para este fin fueron efectivos durante cinco días, tiempo que pudimos mantener frías nuestras provisiones y líquidos para tomar. Ya necesitábamos suplir esta área. Al sexto día nos dimos a la tarea de ir juntos a hacer la fila para la compra de hielo. Fuimos impresionados al llegar al lugar con lo que allí encontramos. La calle donde se ubica la hielera, estaba cerrada para el tránsito vehicular y custodiada por la policía local. Cientos de personas hacían la fila para comprar dos paquetes de hielo, que era el límite por persona. Decidimos hacerla, ya que no había nada más que hacer en casa, sin electricidad y todavía no habíamos vuelto al trabajo, debido a las condiciones en que todo se encontraba. Hicimos allí bajo el sol candente, que podíamos mitigar un poco con los paraguas que llevamos, dos horas. Era esperanzador, la fila de movía bastante rápido y ya nos aproximábamos a la hielera. Faltando como unas veinticinco personas informaron que el hielo se había terminado por ese día. Veíamos mientras caminábamos de vuelta al carro que la fila de varias horas sólo te daba paquetes de hielo que al no estar bien congelados, eran mitad hielo y mitad agua. Decidimos entonces, ir más temprano al otro día para poder tener éxito. Y eso hicimos, pero al fila esta vez era más del doble del día anterior ya que daba varias vueltas a lo largo de la calle. Comenzamos a hacerla pero vimos que esta es no se movía casi así que decidimos irnos porque a ese paso tampoco alcanzaríamos a comprar el hielo. Nos fuimos un poco cabizbajos y sopesando lo que sí teníamos: una casa que no sufrió daños, la vida intacta y un Dios que nos acompaña siempre, aún en medio de la adversidad. Pero más tarde estando en la cocina, pronuncié esas palabras con fe. Mi esposo de momento me miró extraño. Ni siquiera yo estaba pidiendo algo muy necesario para vivir, pero lo dije. Tuvimos que salir un momento a casa de mi tío porque no había ningún tipo de comunicación telefónica ni de otro tipo que no fuera visitar en persona a alguien. Al regresar a la casa, nuestra vecina Sonia caminó hasta nuestro portón a recibirnos con un envase blanco en sus manos. ¡Nos había traído hielo! No podíamos creerlo. Le dije: “Es una oración contestada, gracias!” Dios no tenía porque complacerme, pero esa oración de fe fue escuchada y nuestra fe aumentada. Fue de gran testimonio a nuestros hijos y personas cercanas que pudimos compartirle la noticia. Dios nos ha sostenido hasta el día de hoy, 41 días después del paso del huracán. Vendrán tormentas a nuestra vida, a veces emocionales o espirituales pero en todas ellas Dios está presente escuchando tus oraciones, solo necesitas expresarle lo que sientes, lo que necesitas y Él te escuchará. Hubo otros días donde sí tomamos cosas valientes, pero en cada uno de ellos vimos la mano y el cuidado de Dios. Oremos al Señor con la certeza de que Él nos escucha y tiene cuidado de nosotros. Las tormentas siempre van a llegar, pero Él es nuestro castillo fuerte.
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AutoraMe llamo Myrnaly y resido en Ponce, Puerto Rico. Soy Cristiana, esposa, madre, y profesional. Tengo un Dios que me sostiene en Su Gracia y Misericordia, y renueva mis fuerzas cada dia. Blog Anteriores
September 2019
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