Recuerdo que no podía dormir esa noche. Había tomado una decisión que cambió mi vida por completo: había aceptado a Jesucristo como mi Salvador. Ahora Él sería mi Señor. Me sentía asombrada, sin palabras, me preguntaba cómo sería mi vida de ahora en adelante. ¡Wow! Solo habían pasado unas horas pero me sentía diferente. Algo en mi se percibía diferente. Y... ¿ahora qué? Pues puedo decirte que eso ocurrió hace treinta años atrás, a mis catorce. Mi prima me regaló una Biblia y me dediqué a leerla, y con un paquete de lápices de colores, comencé a marcar los versículos que hablaban a mi vida o creía importantes. Mi prima, Iris, tenía un plan para leer la Biblia en un año y recuerdo que lo comencé a seguir también. Y sin hablar que oraba también. Ahora mi vida social era en la iglesia. Para ese tiempo estaban los “parties” de marquesina, a los cuales no fui, y las fiestas de quinceañeros luego que tampoco fui. No me interesaba nada de eso. Al contrario, no me daba cuenta de que volvía pocos a mis compañeros de escuela contándoles todo lo que hacíamos en la iglesia y cantando coritos que aprendía. Pero lo cierto era que se burlaban de mi, y una compañera que era cristiana también junto a toda su familia, me decía que no siguiera hablándoles porque me preguntaban para reírse. Yo ni mucha importancia le di, pero quizás poco a poco fui entonces guardando para mi todas esas nuevas experiencias. Escuchaba en mi casa música cristiana todo el día y salía con los jóvenes de la iglesia a evangelizar casa por casa, aunque yo era la menor de todos. Había descubierto algo nuevo que traía gozo a mi vida. Quizás a esa edad ni entendía por completo lo que estaba ocurriendo pero lo que sí sabía es que era diferente. y esa es la etapa del primer amor. Como dije en el escrito anterior, cada persona vive circunstancias diferentes, pero todos experimentamos ese primer amor. Estamos maravillados con poder conocer el amor de Dios y agradecidos por ese sacrificio tan grande en la cruz. Como cuando alguien está enamorado y sólo habla de la persona que ama, así nosotros solo hablamos de lo que llevamos muy presente en el corazón. ¿Y hoy? ¿Todavía siento ese primer amor y no puedo esperar para hablarles a otros de la decisión más importante de mi vida? ¿Anhelo el tiempo de leer su Palabra y orar? Las cosas que me gustan son las mismas? ¿Mi tiempo lo invierto en lo mismo? O, llega la hora de ir a la iglesia y me siento cansado. ¿Recuerdo leer su Palabra cuando ya es tarde y lo dejo para mañana? ¿Oro cuando voy a dormir y estoy roncando apenas empezando la oración? Si es así, entonces debo volver a mi primer amor. El mundo va a ofrecernos como en vitrina todo lo que nos gusta para distraernos y alejarnos de lo que llena nuestra vida espiritual y nos hace crecer y experimentar aún después de largos años el gozo del Señor. Donde están mis prioridades, allí está mi corazón. Oremos al Señor pidiéndole que examine nuestra vida y su Espíritu Santo nos dirija para volver a ese primer amor. Que podamos arreglar nuestras prioridades por lo que permanece en la eternidad. Amén.
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Todo en la vida tiene etapas. Las plantas comienzan por una semilla, crecen, dan fruto, y se siguen reproduciendo. El agua tiene un ciclo que estudiamos desde pequeños: llueve y se precipita, se evapora, se condensa en las nubes y llueve nuevamente. Nosotros nacemos, crecemos, vamos aprendiendo y madurando, nos casamos, tenemos hijos, o nos quedamos solteros, envejecemos y morimos, no son antes dejar un legado, de bien o de mal. Aún las relaciones amorosas tienen sus etapas: amigos, amigos enamorados, noviazgo, matrimonio, y dentro del matrimonio hay muchas etapas también. La vida cristiana, este caminar que comenzamos el día en que con la intervención del Espíritu Santo, nacimos a una vida nueva en Cristo, tiene sus etapas también. En esta nueva serie del blog hablaremos sobre varias etapas con las cuales podrías verte identificado. Dios trabaja con nosotros de forma individual, muy personalizada, y a nivel de iglesia también. Dios te hizo único. Ni siquiera los gemelos idénticos son iguales en sus experiencias y vivencias, y sus actitudes y temperamentos también difieren mucho. Así que Dios obra en nuestras vidas con los mismos principios que nos ha revelado en su Palabra, pero trabaja de manera única con cada uno de nosotros. Cada uno de nosotros llegó a Cristo de maneras diferentes. Quizás algunos llegaron buscando consuelo por alguna pérdida, algunos al enfrentar una difícil enfermedad, otros luego de un divorcio, algunos por testimonio de un familiar, alguno por invitación de un amigo o vecino, alguien llegó con el corazón roto, sin esperanza en la vida, alguien fue alcanzado por Cristo en medio de una depresión, pero otros recibieron su vida nueva de niños, habiéndose criado en una iglesia, sin haberse expuesto mucho al mundo, alguno Dios le habló solo en su casa, y podríamos seguir mencionando muchas maneras y estados diferentes para ese nuevo comienzo. Pero todo comenzó cuando Dios abrió nuestros ojos a la realidad espiritual que ignorábamos donde existe un solo Dios, Santo, eterno y perfecto, y yo, por otro lado, soy un humano, que habito en un momento de la eternidad, y pecador por herencia de Adán, esclavo del pecado y necesitando redención. Pudimos entender por el Espíritu Santo que hay una sola manera de salvación para vida eterna, y es aceptando a Jesucristo en mi vida como Señor y Salvador, ya que Él llevó mi culpa y mis pecados en la cruz. Ya no hay condenación para mí al ser lavado con la sangre que Él voluntariamente vertió por mí, por amor. Ese día tomamos la decisión más importante de nuestra vida, una que trasciende a la eternidad. Y todo fue por su gracia. Ninguno de nosotros podía ganar la salvación, al igual que ninguno de nosotros la merecía. Pero al pasar del tiempo, a veces olvidamos la salvación tan grande que hemos recibido. Esta salvación debe pesar en las decisiones que tomo a diario, y en mi forma de vivir. “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.” Gálatas 2:20 Se abren para mí un nuevo propósito y nuevas metas. Mi vida ya no podrá ser igual, pero será mejor. Oremos al Señor y demos gracias por la salvación en Cristo Jesús. Que podamos recordar a cada momento de nuestras vidas la decisión que tomamos y todo lo que nos ha sido dado. Que sea el señor dirigiendo nuestras vidas a cada minuto y nos lleve de la mano en este caminar. Amén. Esta mañana me levanté temprano y sentada en la sala, ví a través de el cristal de la ventana cuando el alumbrado eléctrico frente a la casa de mi vecina se apagó porque ya había luz del sol. Me recordó cuando era niña y en las tardes me para a a observar cuando encenderían por sí solas las luces que iluminarían la calle en la oscuridad de la noche. Ellas tienen unas fotoceldas que les permite encender cuando detectan oscuridad. Me recordaba nuestra vida. Vivimos en un mundo de tinieblas donde Dios es nuestra luz. Cuando le recibimos en nuestra vida como salvador, entonces todo cambia. Ya no brillamos con luz propia, sino que nuestra meta es que sea la luz de Dios brillando en nosotros; que otros cuando vean nuestras acciones y nuestra vida puedan ver la gloria de Dios actuando en nosotros, y no nuestra propia gloria. Todo lo bueno que logremos deja de ser por nosotros mismos, sino que dependemos totalmente de Él quien a través de su Espíritu Santo nos va transformando para cada día parecernos más a Cristo. Debemos actuar como las foto celdas, reconociendo quien es el que debe brillar y que solo seamos reflejo de la Luz verdadera. El mundo necesita lo que Dios puede darles, es en Él que pueden encontrar la salvación para sus vidas. Es solamente con la ayuda y la dirección de Dios que podemos ser transformados, y que nuestro entorno cambie. El mundo necesita que seamos humildes y nos dejemos dirigir por la voluntad de Dios, ofreciéndonos como siervos fieles para su obra. Necesitamos que en medio de la oscuridad, otros puedan ver y anhelar la luz de Dios. Él puede llenar nuestro vacío y nuestro corazón como nadie más podrá hacerlo. Oremos al Señor reconociendo que todo lo bueno que haya en nosotros proviene de Él y toda la gloria es suya. Que podamos ser humildes en su presencia para presentarnos como obreros listos para su obra. Que podamos llevar la luz de Cristo a los hombres. Que nos ayude a que no seamos vistos nosotros, sino que simplemente seamos un reflejo de su gloria. Nuestro día solo tiene veinticuatro horas. La mayoría de las personas se quejan de que el tiempo no es suficiente, que no nos alcanza a poder hacer todo lo que queremos y necesitamos hacer. Quisiéramos añadir más horas a cada día. Y, ¿cómo tratamos de hacerlo? Durmiendo menos horas, sustituyendo el tiempo libre y de descanso, el tiempo de familia con tareas y trabajos, que solo logran afanarnos más y cuidarnos menos. Pero exitosamente hemos podido crear algo que se llama estrés que no existía años atrás. Ahora hasta los niños padecen de eso y muchas condiciones autoinmunes siguen apareciendo como consecuencia de ésto. Pero...¿nos hemos detenido a pensar si estamos haciendo lo correcto? ¿Hacia dónde se dirigen nuestras vidas? ¿Estamos invirtiendo nuestro tiempo en lo que permanece? Entiendo que no. Nos hemos dejado llevar por la corriente de este mundo y ya hemos olvidado cómo nadar en contra. Es más fácil dejarnos llevar. Dios tiene un plan para nuestras vidas. Un plan que incluye una vida abundante y llena de gozo. Y aún siendo cristianos nos podemos ver envueltos en estas ataduras del tiempo que no tenemos. El tiempo es suficiente y es el mismo para todos. Nuestros afanes llegan por una mala mayordomía de éste. Estamos trabajando y construyendo para un hoyo sin final. Trabajamos y trabajamos y no logramos nada. No podemos saciarnos y no vemos un final. No estamos trabajando para el reino de Dios, para lo que es eterno. Hay tantas vidas con enfermedades de salud mental, incluyendo las depresiones, suicidios y tantas familias rotas, personas necesitando una palabra de esperanza, necesitando escuchar qué hay un salvador y una vida eterna...pero nuestro tiempo se nos escapa en el trabajo y el afán. El trabajo para el Señor no nos trae pesar, nos trae gozo y una paz y un descanso que sólo Él nos puede dar. Pero tenemos tan arraigadas las vanas propagandas de que necesitamos tantas cosas materiales por las que vivir para ser feliz, que seguimos dando vueltas en el mismo lugar día tras día, mientras la evangelización, el servicio, el demostrar el amor de Dios a otros, pasa a un segundo plano, si me sobra el tiempo. Y luego nos atrevemos a cuestionar a Dios en todas las cosas que nos suceden cuando no hemos sembrado en el lugar correcto, y somos esclavos de nuestras malas decisiones. Aún así Dios derrama su gracia incondicionalmente. Solo debemos alzar la mirada a las cosas que realmente importan. Oremos al Señor presentando nuestras vidas y en actitud de rendición pidamos su dirección para el propósito que debemos cumplir. Que podamos anhelar las cosas espirituales más que las terrenales. He notado que en los conciertos o en cualquier otro tipo de actividad donde hay muchas personas reunidas para ver a alguien o algún tipo de espectáculo hay varios tipos de personas. Están las personas que quieren estar justo en frente, en primera fila, y pagan para estarlo si son lugares reservados, o si es libre el espacio, se. An moviendo entre la multitud hasta quedar en el lugar más cercano. Están los que se conforman con cualquier lugar, y les basta sólo con estar presentes. Están los que comenzaron el evento justo al frente, y con el mover de la multitud, para cuando se percatan, ya están varias filas atrás de donde comenzaron. Ministraba a mi vida el hecho de que “estamos tan cerca de Dios como queremos estarlo”. Dios no se ha movido de lugar, es más, Él está en todas partes, por su atributo de omnipresencia. Comenzamos nuestra vida espiritual cuando le conocimos y nos acercó a Él, pero muchas veces en el camino, enfrentaremos circunstancias que podrían alejarnos de Dios, como las personas que se te cruzan al frente y para cuando te das cuenta, ya estás atrás. Nosotros mismos, podemos utilizar las heridas, los rechazos, las traiciones y aflicciones que pasamos en este mundo contaminado por el pecado, como excusa para no acercarnos al Señor como debiéramos. Lo cierto es que nadie puede alejarnos de nuestro Dios, excepto nosotros mismos. Él nos ama, siempre nos ha amado, y su oído está atento a nuestro clamor. A veces podemos comportarnos como niños pequeños que hacen un berrinche cuando quieren obtener algo de sus padres. La mejor forma de estar cercanos a Él es pagando el precio, reconociendo que su presencia es lo más valioso que podemos anhelar. Tiene un precio: la obediencia, el alejarnos entonces de los deseos y la corriente de este mundo, administrar nuestro tiempo de manera que invirtamos en lo que permanece, en lo que alimenta nuestro espíritu, y saber que ya no nos pertenecemos y tenemos un Señor para nuestras vidas. Estar muy cerca nos cuesta. Cuesta el renunciar a nuestros sueños, nuestras metas y anhelos para hacer nuestros los suyos y ser siervos en su plan para establecer el reino. Pero será un precio muy barato, ya que el precio mas alto lo pagó Él en la cruz por nuestra salvación y redención de pecados. Este precio a pagar solo nos hará poder disfrutar de esa vida abundante que sólo Él nos puede dar. El mejor premio será el disfrutar su presencia en nuestras vidas. Oremos al Señor presentando nuestras vidas y que nos muestre cuán cercanos estamos a Él y que cosas debemos hacer para poder disfrutar de esa relación de amor con Él. Que podamos anhelar cada día las cosas espirituales que permanecen. Creo que desde pequeña aprendí que el amor se gana. No se si a ti te sucedió lo mismo. La definición que este mundo nos va formando sobre el amor, diría que es algo confusa. Te dicen que todo en esta vida hay que ganárselo, y que si no te aman, sigas hacia adelante y ames a quien te corresponda. Y vivimos entonces tratando de ganar el “amor” o la aprobación de los demás con nuestros actos y regalos. Muchas veces con nuestros mismos padres, hicimos cosas para ganar su amor en vez de hacerlas por obediencia. Sin embargo, cuando decimos estar “enamorados” de alguien que nos pone en una situación difícil, el mundo nos dice: “ en el corazón nadie manda. No podemos escoger de quien nos enamoramos.” O sea, ¿que el amor se gana, pero no tengo ningún control sobre él? A ésto añadimos que el mundo nos enseña que el amor se acaba. Vemos relaciones rotas donde se dice que se terminó el amor, o que “murió el amor que se tenían”. Este aspecto lo vemos hoy muy frecuente en matrimonios rotos donde los hijos aprenden a muy temprana edad que el amor puede terminar, lo que puede crear en ellos la duda de que el amor de sus padres pueda terminar también algún día. Todas estas definiciones y todos esos moldes erróneos sobre lo que es el amor nos lleva a pensar que el amor es algo súper complicado que nadie puede entender. Creo que es así como muchas canciones y poemas lo describen. Pero lo cierto es que todas estas premisas viajan muy lejos de la verdad. El amor es algo muy simple de entender, pero amar no se nos hace fácil a los seres humanos. La definición de amor es Dios mismo. Dios es amor. No hay nada más que entender. Dios nos amó desde antes de la creación de mundo. Mucho antes de que pudiéramos hacer algo para ganarnos su amor. De hecho, no hay nada que podamos hacer para que Él nos ame más. Ya hicimos todo lo contrario: pecamos contra Él, rompiendo esa relación de amor perfecta que tuvimos en la creación. Aún sabiendo que le fallaríamos , nos creó. Y no solamente nos creó, sino que hizo un plan para limpiarnos de todo pecado y poder relacionarnos con Él en su santidad. Un plan que mostró el verdadero amor, cuando no escatimó ni a su propio Hijo, Jesucristo, quien vino a morir por nosotros en una cruz, llevando nuestros pecados y nuestro castigo, dándonos así vida eterna. “Con amor eterno nos ha amado”. Nuestra naturaleza de pecado conflige con nosotros cuando queremos amar. Solamente con la ayuda del Espíritu Santo y recordando y estudiando en su Palabra el verdadero amor, podemos llegar a amar realmente a otros. El Amor es una decisión, no sentimientos y emociones que se pierden y cambian con mis estados de ánimo. Podemos amar correctamente y enseñar a otros lo que es el verdadero amor. Para los que le hemos conocido no es una opción. Que cada vez que se nos olvide como amar, que recordemos la cruz. Oremos al señor dando gracias por tan incomprensible amor,totalmente incondicional ya que no hay nada que yo pueda dar a cambio que valga la pena, excepto el rendir mi vida y mi corazón a Él. Que nos ayude a amar a otros como Él nos modeló. |
AutoraMe llamo Myrnaly y resido en Ponce, Puerto Rico. Soy Cristiana, esposa, madre, y profesional. Tengo un Dios que me sostiene en Su Gracia y Misericordia, y renueva mis fuerzas cada dia. Blog Anteriores
September 2019
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