Hospitalidad. Una palabra que siempre se utilizaba al hablar de nuestras características como pueblo. Pero ya con los años se ha ido perdiendo. Pudimos recordar los tiempos de nuestros abuelos cuando había hospitalidad y se demostraba un compartir y se ayudaban unos a otros, vecinos, familiares, amigos y hasta desconocidos. “Un vaso de agua no se le niega a nadie”. Esa frase la escuché muchas veces de mi mamá mientras crecía y la vi poniéndola en práctica. Pero, incluyéndome, para mi vergüenza, en muchas ocasiones he pasado por alto el estar disponible y dispuesta a ayudar a otros por la prisa de las rutinas cotidianas y el encierro con el que vivimos actualmente en nuestras vidas cibernéticas. Nos es más fácil como me decía una hermana de la iglesia, decirle a alguien que necesita un abrazo o una oración, ponerle un like o escribirle en las redes sociales que le enviamos un abrazo, cuando en realidad, em persona, le pasamos por el lado, y las oraciones que hemos prometido hacer nunca se realizan. Al pasar por la experiencia del huracán María, pudimos volver a desconectarnos de nuestras apuradas vidas y volvimos a ver y hablar con nuestros vecinos y amigos, esta vez en persona. Compartimos hielo, comida y otro tipo de provisiones, como lo hacía la iglesia primitiva. Como cristianos hemos sido llamados a mostrar el amor del Señor, como parte del fruto del espíritu insertado en nosotros. Más que una simple hospitalidad, somos llamados a realizar una hospitalidad bíblica. Donde abrimos las puertas de nuestros hogares para compartir con otros, hablar sobre la Palabra, orar, compartir alimentos y alentarnos unos a los otros. La privacidad con que se vive hoy día y los extensos horarios de trabajo nos limitan en esta tarea. Vamos a la iglesia, muchas veces, como un compromiso más y vemos a nuestros hermanos como a compañeros de trabajo que vemos en una jornada laboral y seguimos adelante. Debemos pedir al Espíritu Santo que nos haga sensibles a poder sentir las necesidades de nuestros hermanos ya tener un corazón dispuesto a ayudar a suplirlas en todo lo que podamos. No debemos olvidar ese principio bíblico de que hemos sido bendecidos para bendecir. Compartir y recibir a nuestros hermanos trae gozo a nuestras vidas y nos ayuda a darnos ánimo mutuamente en medio de las pruebas de este mundo. Practiquemos la hospitalidad cristiana donde no solo compartimos el pan como alimento, sino que compartimos el pan espiritual que nos sacia para siempre. Oremos al Padre para que ponga en nosotros el deseo de servir a otros siendo hospitalarios, en una forma que le glorifique. Que podamos rendir todo lo que tenemos para bendecir otras vidas.
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AutoraMe llamo Myrnaly y resido en Ponce, Puerto Rico. Soy Cristiana, esposa, madre, y profesional. Tengo un Dios que me sostiene en Su Gracia y Misericordia, y renueva mis fuerzas cada dia. Blog Anteriores
September 2019
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