No podemos evitar que llegue el invierno. Es un proceso de la naturaleza donde cada estación del año tiene su función para que todo siga funcionando correctamente. Las plantas nacen, florecen, pasan por el calor del verano, donde con la energía del sol radiante preparan su alimento, luego pierden sus hojas en el otoño para prepararse para el tiempo de frío, que es el invierno. Todo Dios lo creó perfecto, y nada ocurre espontáneamente o al azar. El invierno también llega a nuestras vidas; épocas frías donde vemos que nada florece. Unas veces nos parece muy largo, y en otras ocasiones, muy corto. Pero lo importante es conocer que va a llegar y que debemos prepararnos antes de que llegue. Así funciona la Mujer virtuosa, y ésto aplica a las solteras, a las casadas y a los hombres. El invierno va a llegar: los problemas, la escasez, ese silencio en nuestra relación con Dios. Así que debemos estar preparados, ponernos doble ropa: debemos orar más, estudiar la Palabra y memorizarla para que el Espíritu Santo traiga a nuestra mente lo que hemos aprendido en teoría y que es el momento de ponerlo en práctica. Dice el pasaje que “toda la familia está cubierta de ropas dobles”. Debemos cubrir a los hijos, a nuestro cónyuge, a nuestros padres. Debemos hablarle a nuestros hijos sobre cómo enfrentar situaciones difíciles, pero ellos creerán más a lo que vean en ti. Ellos van a imitar lo que ven que tú haces para enfrentar la crisis. Si tu gritas, ellos van a gritar, si tú estás ansioso, ellos experimentarán la ansiedad, si te pones de mal humor, ellos aprenderán tus caretas, pero si tú te postras a los pies del Maestro en humildad, reconociendo que dependes totalmente de Él, ellos aprenderán a confiar en un Dios que es real. Nos cubrimos en oración pero también nos cubrimos unos a los otros dándonos apoyo, escuchándonos y aconsejándonos. Debemos tener un ambiente de confianza, donde todos se sientan libres de hablar y compartir sus preocupaciones. La familia que es feliz no vive sin problemas. El hogar feliz tiene problemas, pero Dios es el centro del hogar y cubre todas nuestras debilidades y renueva nuestras fuerzas. Podemos estar confiados en que Él hará, sólo debemos cubrirnos con Él. Oremos al Señor para que nos ayude a ir de su mano en los tiempos difíciles y no desmayemos. Que nos dé la sabiduría para cubrir de “ropas dobles” a nuestras familias.
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Recuerdo las veces que alguien paró frente a nuestra casa a pedir un vaso de agua y algo para comer y mi mamá les dio agua o jugo más un sándwich. Recuerdo las veces que mi prima, mayor que yo, iba al supermercado y escogía con este amor y detalle paquetes de pan, paquetes de jamón y queso, leche, jugos, entre otras cosas y luego íbamos con los bolsos a la casa de alguna señora que asistía a su iglesia, a dejárselos allí porque tenían necesidad. Recu eso la señora que pasaba por casa a pedirle a mami la ropa que ya no nos servía, y que estaba en buenas condiciones. Estos detalles quedan marcados en nuestras vidas para siempre. “Un plato de comida no se le niega a nadie”- así decía mi mamá. No solo marcaron mi vida, marcaron las vidas de los que recibieron esa mano de ayuda. ¿Qué vidas estoy marcando yo el día de hoy? Ya Dios marcó la mía, con su sangre derramada en la cruz. Eso me lleva a tener compasión por los demás y no solo a tener una simpatía, sino debe llevarme a actuar. Quizás no conozco a alguien directamente en necesidad, pero por ejemplo, mi iglesia recoge alimentos una vez al mes para darle a los que piden ayuda. Pero, quizás no recuerdo a nadie en necesidad porque no estoy dedicando tiempo a las personas que me rodean como para conocer que tienen necesidad. Vivimos hoy dias tan ocupados, y tan entretenidos que el dedicar tiempo a conocer y compartir genuinamente con nuestros hermanos en la fe o nuestros vecinos ya casi no ocurre. Tenemos un llamado a ser sensibles a las necesidades de otros, no solamente físicas sino ayudarlos a encontrar ayuda espiritual y emocional. A veces solo se necesita un abrazo, a veces solo se necesita ser los oídos de alguien, a veces solo se necesita una mano para cruzar la calle o levantarse del suelo luego de una caída. Se habla de una cualidad de la Mujer virtuosa no solamente porque la mujer tiene esa sensibilidad especial, y somos dadas a los detalles, sino porque tenemos la responsabilidad de ser las que dirigidas por Dios marquemos las vidas de los pequeños para desarrollar personas bondadosas para el futuro. Podemos ser ese ejemplo, esa anécdota que quede en sus corazones por siempre y deseen imitarla. Es un gran privilegio servir cuando entendemos que ya Cristo nos sirvió primero. No espero que ellos lleguen a mi, sino que extiendo mi mano hasta donde esté la necesidad. Oremos al Señor para qu nos guíe a ser sensibles ante la necesidades de nuestros hermanos en la fe y de aquellos que nos necesiten. Qu recordemos que hemos sido llamados para con el lápiz de Dios marcar otras vidas. Todos hemos querido alcanzar cosas en la vida, nos hemos trazado metas en el camino. Unos han sido más ambiciosos, en el buen sentido de la palabra, y otros han sido más conservadores. Pero de algo estoy segura... todos han tenido que enfrentar los tropiezos que nos importunan en ese caminar a lograr lo que nos hemos propuesto. Nos ha ocurrido en los estudios, en los trabajos, al querer iniciar un negocio propio, en cosas que queremos para nuestro hogar, en conquistar a alguien, y hasta en cosas espirituales como el tener una vida de agrado y obediencia al Señor, o servir en un ministerio, y las mujeres no son la excepción. Cuando leo el pasaje de que la Mujer virtuosa se asegura de que los negocios vayan bien, o sea, tengan ganancia, y su lámpara está encendida hasta tarde en la noche, lo que muestra es que es perseverante. Se mantiene produciendo constantemente. Dios hablaba a mi vida esta semana, recordando cómo comenzó este blog, y como pasé una crisis es los pasados meses donde enfrenté hasta quebranto de salud y se me hacía difícil escribir, ¡estaba en blanco! Así mismo pasaron por mi mente tantas otras cosas que comencé y no terminé. Y entendí que Dios quiere que sea consistente aún cuando aparecen tropiezos, o las cosas ya no fluyen tan fácil. De esa misma manera, hay otras cosas que he querido comenzar, proyectos nuevos que emprender, pero primero debo aprender a no rendirme cuando las cosas se ponen difíciles y ese principio aplica a todo. Habrá días en que esté cansada o no tenga el ánimo , pero como hablábamos de la mujer que es fuerte, es ahí donde debemos depender del Señor. Pero no solo es el perseverar, es hacerlo trabajando y esforzándose. Aún si no aparecen tropiezos a lo que queremos, muchas veces el desánimo o el querer lograr las cosas con el menor esfuerzo posible, van a alejarnos de alcanzar la meta en un tiempo apropiado. Aún en el ámbito espiritual, muchas veces queremos crecer y madurar, pero no dedicamos tiempo a leer y estudiar la Palabra, no dedicamos tiempo suficiente a orar, nos llenamos de otras cosas que no nos edifican, y pensamos que sin ningún esfuerzo lo vamos a lograr. Y realmente eso no viene de nosotros, el Espíritu Santo va a ir transformándonos y va a hacer la obra de restauración en nuestras vidas, pero debemos tener una disciplina personal y un enfoque hacia lo que queremos. Según nos acostamos tarde a veces hablando con amistades, o viendo algo en la tv, podemos no irnos a acostar hasta qu hayamos dedicado el tiempo necesario a nutrirnos del alimento espiritual. Duos is puede hacer grandes cosas en nuestras vidas y ayudarnos a alcanzar nuestros sueños, si van alineados a su voluntad, Muchas veces esos sueños, Él los puso allí cuando nos repartió los dones y talentos, pero quiere enseñarnos a utilizarlos para que otros que nos conozcan glorifiquen su nombre y vengan a Él. Que todo lo que hagamos, lo hagamos excelentemente como para el Señor y no para los hombres. Oremos al Señor y entreguemos a Él nuestros sueños y anhelos para que sea Él mostrándonos su voluntad y que sea nuestro apoyo para hacerlos realidad. Que nos ayude a no rendirnos ante los momentos difíciles, ya que son pasajeros y alcanzaremos un fin mayor. Que en todo lo que soñemos, nuestro mayor anhelo sea agradarle y servirle con lo que hagamos y que nuestra perseverancia sea testimonio a otros de que es Él quien nos lleva de la mano. “Ciñe de fuerza sus lomos, Y esfuerza sus brazos.” Este verso parece contradecir lo que hemos creído de la sociedad de que la mujer es el sexo débil. Dios no está comparando a la mujer con el hombre ni se trata de la batalla de los sexos. Pero es interesante ver que es una de las cualidades que describen a la Mujer virtuosa. Cada vez que se habla de cuan fuerte es una persona se recrea en mi mente una vivencia de años atrás, como a dos años de haber enfrentado el divorcio. Estaba platicando con una amiga y ella me decía que ella no se veía tan fuerte como yo que llevaba un hogar yo sola. Al llegar a casa no pude evitar el llanto, y recuerdo acostarme en la cama y decirle a Dios que yo me sentía muy débil, que yo en realidad no era nada fuerte, que sentía muchas veces que la carga que llevaba era demasiado pesada para mi. Lo cierto es que no fue la única ocasión en que he dicho esas palabras al Señor. Pero, ¿sabes? No dije nada que no fuera cierto. Cuando reconozco que soy débil, que no tengo las fuerzas suficientes para continuar, es ahí cuando Dios renueva mis fuerzas. “Dios es el que me ciñe de fuerza, Y quien despeja mi camino;” (2 Samuel 22:33). La mujer virtuosa depende totalmente del Señor para todo lo que hace, y es ahí donde reside su fuerza. Nuestras debilidades son utilizadas para transformarlas en gloria para Dios. Mis debilidades no son para mostrarlas ante los problemas, mis debilidades no son para mostrarlas a cualquier persona, mis debilidades no son para compararlas a mi autoestima. Mis debilidades son para ponerlas a los pies de Jesús, mis debilidades son para llevarlas en oración, mis debilidades son para explicarlas en una consejería pastoral, y para mostrarle a mi familia que aún en ellas Dios se glorifica y puede hacer lo mismo con las suyas. Las fuerzas para llevar mis cargas las obtengo cuando llevo “su yugo que es fácil y ligera su carga”. Es Él “Quien hace mis pies como de ciervas, Y me hace estar firme sobre mis alturas;” (2 Samuel 22:34). Si hasta aquí he llegado ha sido por Él. Aún así no podemos perder de vista que nosotras muchas veces nos ocupamos de los demás y dejamos el ocuparnos de nosotras para último. Tenemos también una responsabilidad con este cuerpo: “¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?” (1 Corintios 3:16). Para tener energías físicas debemos alimentarnos, descansar y ejercitarnos adecuadamente. Queremos servir en ministerios, trabajar y atender un hogar pero este cuerpo se cansa y se desgasta. Dios muchas veces me ha dado fuerzas físicas cuando las he necesitado, pero yo debo ser buen mayordomo del cuerpo que Dios me dio. No no hay circunstancia tan difícil que no podamos poner a los pies de Maestro y obtengamos las energías, las fuerzas y la sabiduría que necesitamos. Él intercambiará mis debilidades por sus fuerzas, sólo debes entregárselas. Oremos al Señor para entregar, de forma transparente nuestras debilidades. Ya le hemos entregado nuestros pecados y nos ha dado vida eterna, ¿imagina lo que hará al entregarle nuestras debilidades? Que nos dé la fe necesaria para nuestro caminar diario. “Considera la heredad, y la compra, Y planta viña del fruto de sus manos.” La Mujer virtuosa ve las oportunidades y las aprovecha. ¡Cuantas veces hemos visto varias personas con una misma oportunidad de frente, pero no todos se apoderan de ella! Dios nos ha dado a todos talentos y dones para ayudarnos a sobrevivir en la vida y servir a otros. Yo no soy buena cosiendo ropa, pero soy buena cocinando. Yo no tengo la vocación para ser una buena enfermera, pero soy una excelente tecnologa médica. Podemos ver dos niños que practican a correr juntos, pero solo uno de ellos se convierte en atleta. Dios hace salir su sol y deja caer su lluvia para todos, y más aún tiene su gracia para sus hijos. Hay ocasiones en que una mujer puede pensar que ella no ha sido tan bendecida como otra, y es que ha dejado pasar frente a ella oportunidades sin pensar que le pertenecen. Dios nos bendice a todos de maneras diferentes, pero siempre está ahí y tiene un propósito para nuestras vidas, somos nosotros mismos los que a veces nos saboteamos lo que tenemos por delante. Para eso debemos trabajar primero con nuestra autoestima. Muchas veces nos vemos incapaces de llevar a cabo alguna función porque pensamos que no podemos o que no estamos capacitados. Dios es quien nos capacita cuando buscamos y seguimos su voluntad. Tomar decisiones para nuestra vida a veces nos da temor, manejar un hogar como madres solas puede hacernos sentir que somos débiles ante ese gran peso, o administrar un hogar junto a un esposo maravilloso puede a veces intimidarnos porque no queremos fallar o hacer algo incorrecto. La sabiduría comienza por el temor a Dios, lo dice su Palabra. Debes comenzar por ahí. Dios hizo su creación perfecta y vio que era buena. La sociedad nos pone moldes muy difíciles de llenar, pero el molde que debe preocuparnos es el que se espera de nosotras como hijas de Dios. Nuestro modelo a seguir es Jesucristo y nuestra dependencia es de Dios. El verso dice que “planta viña con el fruto de sus manos”, nuestras manos crean cosas maravillosas. Nuestras manos sirven para peinar a los niños, para cuadrar las finanzas del hogar, para confeccionar una cena donde podamos compartir, decorar una mesa, forrar las libretas de la escuela, pueden dar un vaso de agua al necesitado, pueden usarse para extender las manos al cielo, pueden pasar las páginas de la Biblia y pueden expresar amor a nuestros seres queridos. Dios te dio muchas capacidades, y te dio la mayor de todas que es la capacidad a través de su Espíritu Santo de recibirle para salvación. Las oportunidades están frente a ti todos los días, solo pídele a Dios poder reconocer las que más nos convienen. Oremos al Señor presentando nuestras vidas y que nos muestre las inseguridades que tenemos que no nos dejan tomar oportunidades y bendiciones que pasan frente a nosotros. Que su Palabra nos guie al camino que debemos seguir. Nuestras manos están bendecidas para bendecir. “Se levanta aun de noche Y da comida a su familia Y ración a sus criadas.” “Al que madruga Dios lo ayuda”. Ese es un refrán muy popular en nuestro país. No necesariamente es algo que mucha gente pone en práctica. Salgo por las mañanas a llevar mis hijos a estudiar y seguir a mi trabajo y uno ve cada persona apurada, tirándote el carro encima, ignorando las luces de los semáforos y a un exceso de velocidad. Todo esto pone en riesgo sus vidas y las de los demás solamente, por el simple hecho de que no se prepararon a tiempo y van tarde. Este principio podriamos aplicarlo a nuestra vida cotidiana y espiritual. La mujer virtuosa administra bien su tiempo. No necesariamente Dios nos manda a levantarnos de la cama mientras esté oscuro, depende del lugar donde vivas, los horarios de la salida del sol varían de hora. Pero sí se refiere a comenzar las cosas con el tiempo necesario para lograr terminarlas de una manera eficiente. La mayordomía de nuestro tiempo comienza a formarse desde que somos niños, y la fortalecemos desde que somos adultos solteros. Si esperamos a disciplinarnos en manejar nuestro tiempo eficientemente cuando nos casemos y tengamos una familia, ya estamos tarde y se la hará difícil ajustarnos. La Biblia nos dice en Eclesiastés que hay tiempo para todo. Tenemos las mismas 24 horas que las personas que logran realizar muchas tareas a tiempo. Dios nos anima a hacer buen uso en: Efesios 5:16 “aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos.” Lo contrario a esta enseñanza es la procrastinación. Es cuando dejamos todo para después y le damos de largas al asunto. Entiendo que a veces se nos suman cosas inesperadas a nuestra rutina, como la visita de la enfermedad en el hogar o de un familiar cercano, horas adicionales en el trabajo, actividades adicionales en los ministerios, reuniones de escuela y otros. Cuando nos vemos con muchas cosas a la vez, tendemos a procrastinar lo que menos nos gusta hacer. Pero la mujer que da testimonio de la vida que lleva en Cristo, tiene una buena mayordomía de su tiempo. Si es necesario madrugar para completar las tareas que tengo pendiente, debemos hacerlo. Si debemos cortar e tiempo de la tv o el internet, debemos hacerlo. Hoy día vemos cómo madres no atienden a sus hijos, sus hogares o sus esposos por estar entretenidas con novelas o con las redes sociales. Debemos poner nuestras prioridades en orden, y nuestras tareas pendientes también ocuparán el orden que corresponde. El saber manejar bien nuestro tiempo nos ayudará con nuestra autoestima y nos dará también al final tiempo de descanso porque no dejamos acumular las cosas. Tengo que confesarme con ustedes, que esta es un área en que a veces fallo con frecuencia y es mi esposo el que me recuerda la realidad. Debemos también aprender a delegar cosas. En el verso ella se encarga temprano de sus criadas para que puedan realizar las tareas. Debemos reconocer nuestras limitaciones y hablar o pedir ayuda, sea externa, de los hijos o del esposo. La mujer virtuosa se sienta a planificar su día y su semana. Recuerda que Dios en nuestra comunión con Él nos ayuda a manejar hasta las cosas cotidianas. Es más, El quiere que las compartas con Él para guiarte. Aprovechemos bien el tiempo. Oremos al Señor que nos muestre en donde estamos fallando en la mayordomía del tiempo para que podamos corregir nuestras fallas y dar buen testimonio de las cosas que Dios obra en nuestras vidas. “Es como nave de mercader; Trae su pan de lejos.” Conozco dos marinos mercantes que visitan mi trabajo. No tenía idea de lo sacrificado que es ese trabajo. Es un trabajo fuerte y pasan muchos días en alta mar, por lo que trabajan seis meses consecutivos, y luego descansan seis meses. En medio año ganan el salario del año completo. Desde muchísimos años atrás, podemos conocer a través de la historia que los barcos de mercader eran muy importantes en las culturas y civilizaciones, porque un país no lo produce todo, ya sea por la variedad de climas, suelos y recursos naturales, y dependen de adquirir de otros lugares las provisiones que necesitan. Por ejemplo, en Puerto Rico se cultiva el mangó, la piña y la china, pero se compran fuera las fresas, las manzanas y las peras. Ayer hablábamos de la mujer virtuosa que sabe utilizar bien los recursos que tiene disponibles para el bien de su hogar. Pero no todo lo que necesita lo tiene disponible en su casa. Por ejemplo, hay mujeres que les proveen la educación en su casa a sus hijos, pero la mayoría deben escoger una buena escuela o institución para que reciban la enseñanza. La mujer sabia debe planificar el que su hogar tenga todo lo necesario, tanto físico como espiritual y emocional. Es el ayudar a su esposo, a sus padres o si es soltera a su propio hogar a que no haya carencia de nada importante. Necesitamos una enseñanza espiritual, necesitamos congregarnos, necesitamos buscar una forma de servir a otros. Si hay situaciones difíciles y debemos buscar un recurso que nos aconseje y nos dirija en el camino, nos ayude a limar asperezas, un buen chequeo de salud o necesitamos consejeria financiera. Ella debe ser sensible y alerta a las necesidades que se presentan. Ella debe ver si hay carencia de amor, de compañerismo y de muestras de bondad y pedir a Dios que la ayude a suplirlas. Pero lo más importante es la intersesión en oración por su vida y la de los suyos. Ella busca la dirección del Espíritu Santo. Ella busca la Palabra que se necesita para cada situación. Ella pide fuerzas al Señor cuando siente que ya no le queda ninguna. Ella ora por sanación cuando hay enfermedad presente. Ella busca sabiduría de lo alto para ser ayuda idónea y para hablar y aconsejar a sus hijos. Ella puede ser la amiga que da consejos sabios a otras mujeres. Ella no se cruza de brazos porque sienta que no tiene lo que le falta. Si ella se siente que no es capaz para realizar una tarea, ella va a buscar que Dios la capacite o la dirija a donde debe ir. Si ella se siente con poco conocimiento sobre algo, ella busca estudiar y aprender lo que carece. Y es de sabios pedir ayuda, porque no lo podemos hacer todo nosotras solas. El decidir buscar ayuda, sea para alguna tarea física o para ayuda emocional o espiritual, no es y nunca será una señal de debilidad, al contrario, es de fuertes y sabios reconocer nuestras debilidades y limitaciones. Hablábamos de la importancia de los barcos mercantes, porque nadie puede solo producir ni tener todos los recursos que necesita. Por eso Dios nos mandó a congregarnos, porque sabía que aparte de su Espíritu Santo necesitábamos dirección y apoyo, y para eso nos proveyó de la familia de la iglesia. Como mujeres que venimos por años luchando para no ser llamadas “el sexo débil”, es difícil a veces reconocer que necesitamos buscar ayuda. Y vuelvo y te repito, no es señal de debilidad, sino de madurez y fortaleza. La mujer virtuosa no se conforma cuando de momento carece de algo, o no encuentra algo rápido, como una solución a un problema, ella sigue buscando. Si tiene que ir más lejos, allá irá. Si de camino debe sobrevivir la tempestad, ella lo hará. La marea y las olas no siempre son serenas. Pero podemos estar confiados en que el mismo que creó el mar y las olas es el que nos acompaña, nos cuida y nos dirige, solo debemos estar atentos a su voz. Oremos al Señor para que nos dirija en este caminar diario, aún en las cosas pequeñas, para que todo lo que hagamos sea para su gloria y para el beneficio de nuestra propia vida y de las personas que amamos. Que no nos cansemos de seguir adelante buscando lo que carecemos en nuestro hogar. “Busca lana y lino, Y con voluntad trabaja con sus manos.” Nos encontramos en la era de la mujer empoderada, de la mujer exitosa, de la mujer empresarial y de las mujeres “multitasking”. El rol de la mujer ha ido evolucionando y cambiando drásticamente con los años. Ya la mujer no puede ser llamada el sexo débil, sino el fuerte. Pero, ahora estamos desarrollando familias débiles y mujeres indiferentes. Y no quiero que me malinterpreten. Yo soy una mujer profesional, que estudié en la universidad y trabajo en una posición gerencial. Querer tener metas en la vida no es malo. Quizás es más dañino tener una baja autoestima que no te deja desarrollarte en ningún área, incluyendo la ministerial. Aparte de mi trabajo, soy madre de dos adolescentes y como ministerio pertenezco al coro de la iglesia (con todo y sus ensayos), entre otras cosas que surgen para servir. Pero a veces necesitamos un “de vuelta a la realidad”, y me refiero a la espiritual. Este pasaje de Proverbios describe a una mujer que toma los recursos disponibles, lo que tiene a la mano, y diligentemente lo trabaja. La Mujer virtuosa aprovecha todo lo que las circunstancias de la vida le presentan y creativamente lo transforma para el bien del hogar, sea familiar o el suyo propio. La mujer de hoy día, simplemente quiero obtener algo y no se adapta a lo que tiene. Por ejemplo, necesita triunfar en el trabajo aunque el tiempo familiar se afecte y trabaje más horas, porque ella tiene que demostrar que aunque es mujer ella puede realizar la tarea de los hombres, porque ella tiene el mismo derecho. Y es cierto eso, no hay nada erróneo en esa ecuación, pero quizás estamos vendiendo nuestros tesoros por reconocimientos momentáneos. Muchas veces vemos la necesidad de que otros alaben nuestros logros para sentirnos que realmente tenemos valor. Dios puede darnos la sabiduría y ponernos en Gracia para realizar ciertas labores, pero todo es perfecto bajo su divina voluntad. Dios puede utilizarte para bendecir a otros en tu área laboral, o puede que te estés perdiendo la bendición de servir a otros por tu trabajo o las muchas responsabilidades. En muchas ocasiones hemos perdido esa habilidad de ser creativas con lo que tenemos por comprar las cosas ya hechas. Hemos dejado de estudiar con nuestros hijos para ponerlos en tutorías que nos ahorran ese tiempo de estudio. Hemos contratado personas que hagan la limpieza de nuestro hogar y hemos perdido la experiencia de enseñarle a nuestros hijos como se limpia una casa. Hemos dejado el internet para que entretenga a nuestros hijos. Hemos dejado que las redes sociales y la televisión entretenga a nuestros esposos y que el serví carro le prepare la comida. Hemos dejado de orar en casa para que todos tengan su tiempo con Dios cuando vayan a la iglesia. Preparar un bizcocho en casa con los nuestros y tener ese olor que nos enamora, sentarnos a hablar y conocernos, tener un tiempo de ocio al en el hogar son cosas del pasado. La Mujer virtuosa toma lo que tiene, y si solamente tiene a Dios, puede impactar el pueblo completo donde vive. Si solo tiene una Biblia, puede enseñar a otros el plan de salvación. Si solo tiene un pedazo de pan, lo comparte con alguien que no tiene nada. Si solo tiene un techo, lo decora con flores que encuentra a su alrededor. Podemos ser trabajadoras, pero no debemos vernos atrapadas en esa competencia sin fin que la sociedad nos presiona a pertenecer. No es menos exitosa la que se queda en su hogar cuidando a su familia, o a sus padres mayores. No es menos exitosa la que no posee un automóvil del año. No es menos exitosa la que solo tiene su fe, al contrario, esa es la que lo tiene todo. Y toma su fe y la usa para trabajar para el reino de Dios. La Mujer virtuosa es una mujer fuerte por definición y vive una vida plena. Sirve y trabaja por amor a los suyos, y no ve las tareas como una obligación. Ella ama el atender y servir a su esposo, a sus padres y a sus hijos. El vivir bajo la voluntad y dirección de Dios le darán el gozo y paz que ella necesita para sentirse en la cima del mundo. Oremos al Señor que sea Él dirigiendo nuestras vidas y mostrándonos su voluntad. Que podamos ver con amor las tareas del hogar y el servicio a los nuestros y sea eso testimonio del amor de Dios en nosotras. Que podamos construir familias fuertes, que son la base de la sociedad. Que podamos ver que nuestro valor lo fijó Dios en la cruz. No siempre es fácil hacer el bien. Y...¿hacer bien todo el tiempo? Mucho más difícil. La bondad es un atributo de Dios, que llega a nosotros como parte del fruto del Espíritu. Lo tenemos en el paquete desde que nacimos a una vida nueva en Cristo. Pero bien, apliquémoslo ahora a la mujer virtuosa descrita en Proverbios 31. Dar el bien todos los días de mi vida... Bueno... pensándolo bien, ¿tengo que dar bien aunque me paguen con mal, cuando estoy molesta y cuando me han fallado? Lo cierto es que las personas con las que convivimos y amamos nos van a fallar. Quien único no nos falla es Dios. Hay días en nuestros matrimonios o en nuestras familias y amistades, donde será muy fácil hacerles bien. Pero hay otros días en que no deseamos hacer el bien porque pensamos que no lo merecen. Es ahí donde entra el amor incondicional que hemos conocido de Dios. Para que un matrimonio o cualquier relación interpersonal funcione y sea duradera, debemos dar nuestro amor y nuestro bien incondicionalmente. Si lo que yo voy a dar depende de lo que reciba de la otra persona, la relación va a ser muy inconstante y hasta corta. Dios nos amó y nos salvó siendo nosotros pecadores, y habiéndonos salvado, aún nosotros le seguimos fallando. Puedo terminar una discusión o un malestar devolviendo bien. Esto puede llevarme a ser pacificador. Hacer el bien implica dedicar el tiempo correcto a las cosas. Si mi trabajo ocupa el tiempo de calidad que debo pasar con mi familia, debo hacer ajustes. Hago bien a los que amo poniendo mis prioridades en orden y demostrándoles que son importantes para mi. Puedo ser trabajadora, pero mi rol de hija, esposa o madre no deben ser afectados. El mundo nos ha vendido tan bien el sueño americano donde muchas personas hoy día solo trabajan para seguir adquiriendo posesiones mientras nuestras familias se derrumban. Los hijos tienen padres que les compran todo pero no escuchan “te amo”, ni reciben besos y abrazos. Los esposos solo conversan sobre las cuentas a pagar, los asuntos escolares de los hijos y los problemas del trabajo. Es necesario orar juntos, conversar y reír, y animarnos cuando nos sentimos desanimados. La mujer virtuosa hace el bien con sus palabras. Tiene palabras de aliento, de gratitud, de alabanza y no de queja o crítica. Tiene palabras de respeto hacia su esposo y no le quita su autoridad frente a otros. Tiene palabras amorosas y cariñosas para los suyos y no juzga ni menosprecia. Por el contrario, no es contenciosa ni busca problemas. Ella hace el bien con sus acciones, teniendo detalles de amor para los suyos. Ella se prepara a esperar a su esposo, ella saca a pasear a sus padres, ella les envuelve un regalito en las ocasiones especiales o les hornea un bizcocho en su cumpleaños. No quiere decir que no discipline a sus hijos, pero lo hace en amor. El disciplinarlos es hacerles bien para un futuro. Ella sabe escuchar las ideas de su esposo y sus consejos. Pero sobre todo, su bondad refleja en ella la nobleza que solo refleja el carácter de Dios. Cada vez que vayamos a decir o hacer algo debo pensar: “¿Esta acción hará bien?” Ese deberá ser nuestro filtro. Cuando veo a alguien que va a cruzar en la calle, ¿le dejo pasar? ¿Enseño a mis hijos a ser bondadosos con otros o les digo que cuando alguien en la escuela los mire mal, le devuelvan una mala mirada? “Ella da bien y no mal”. Que la próxima vez que alguien lea este pasaje pueda pensar en mi como un ejemplo y glorifique a Dios. Oremos al Señor para que nos muestre y nos guíe a ser personas que no se cansen de hacer el bien. Que podamos nutrirnos de su presencia para poder seguir creciendo en madurez espiritual. Dicen por ahí que la confianza se gana. Cuando somos muy pequeños confiamos en todo el mundo y creemos todo lo que nos dicen. Claro, nuestras primeras experiencias son en el hogar con nuestros padres; pero según vamos creciendo vamos añadiendo diversas experiencias a nuestra maleta emocional, y muchas de ellas incluirán momentos en que personas que amamos o confiamos nos han fallado. Ya de adultos, la mayoría de nosotros somos muy desconfiados, a veces hasta de Dios. Conocemos el carácter y los atributos de Dios, quien es inmutable, fiel y verdadero, y aún así, cuando nos vemos en momentos difíciles podemos tener dudas de dejarle todo en sus manos, confiando plenamente en que Él hará y todo ocurre bajo su divina voluntad para nuestras vidas. |
AutoraMe llamo Myrnaly y resido en Ponce, Puerto Rico. Soy Cristiana, esposa, madre, y profesional. Tengo un Dios que me sostiene en Su Gracia y Misericordia, y renueva mis fuerzas cada dia. Blog Anteriores
September 2019
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