Mi esposo estaba ayudando a mi hijo a preparar su cuarto para pintar las paredes al día siguiente. La última vez que se pintó su cuarto él tenía seis años de edad y los colores que escogió iban a tono con su energía y entretenimientos de su corta edad. Ahora, a sus catorce, ya el azul brillante y el amarillo de Bumblebee se veían cómo pasados de moda. Luego de que sacaron los muebles que en él había, mi esposo se percató de que había varios clavos en las paredes. Fue entonces, cuando desde mi habitación escucho un sonido de un martilleo y me asomo para verque ocurre. Él me explicó que con el martillo hundía los clavos en la pared para no sacarlos y hacer un agujero más grande del que había. Luego rellenaría con un sellador para que seque antes de aplicar la pintura. Pensé que era una buena idea. Lo que no es una buena idea es aplicar esa misma teoría a nuestras vidas. Todos nosotros vivimos en este mundo imperfecto causado por el pecado. Como consecuencia de ésto, a todos nos han herido alguna vez, o mejor dicho, muchas veces. En muchos casos, nuestras primeras desilusiones son recibidas en nuestro hogar y familiares cercanos, para según vamos creciendo sean causadas por amistades, y luego por nuestros enamorados. Lo que importa es que hacemos con esas heridas, o esos clavos que ahora yacen enterrados aquí. No estamos hechos de piedra o concreto como la casa, tenemos un alma que siente, padece y no olvida. En nosotros, esos clavos enmohecen con el tiempo y la falta de perdón y sanidad interior, cuando decidimos obviarlos. Si decidimos sacarlos, pero con otro clavo... entonces la cosa es peor porque terminamos con dos clavos en vez de uno, o con una herida más profunda. No podemos tampoco sacarlos y dejar el hueco, porque con el tiempo, se llenará con lo primero que creamos que resuelva nuestro problema. Solo lo hay una solución y una respuesta, y se llama Jesucristo. Él dio su vida para salvarnos por amor. Sólo Él puede saber nuestras heridas y no dejarnos un vacío. Él es dueño de nuestros tiempos y nuestro futuro. Él puede devolvernos el gozo y hacernos libres. Oremos al Señor para que examine nuestro corazón y remueva y sane lo que tengamos escondido para poder recibir la verdadera libertad y la paz que sobrepasa todo entendimiento.
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AutoraMe llamo Myrnaly y resido en Ponce, Puerto Rico. Soy Cristiana, esposa, madre, y profesional. Tengo un Dios que me sostiene en Su Gracia y Misericordia, y renueva mis fuerzas cada dia. Blog Anteriores
September 2019
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