Parece que con Adán y Eva heredamos también la habilidad de hacer comparaciones. Caín comparó cuál fue el agrado de Dios por la ofrenda que él presentó con el agrado de Dios hacia la ofrenda de Abel. Y como quizás hemos escuchado en muchas ocasiones, las comparaciones no llevan a nada bueno, y así sucedió con Caín y Abel. De la forma en que el pecado nos corrompe, cuando comparamos lo hacemos en un sentido que provoca un sentido de superioridad o inferioridad. Éste a su vez nos crea rencor, envidias y podemos creernos hasta con el derecho a juzgar a otros, cosa que solo le corresponde a Dios. Nacemos con una actitud de no ser menos que nadie, y vivimos buscando la "justicia", o, redundantemente, lo que parece justo. Todo esto parece muy normal a través de los años, hasta que nos topamos con la realidad de lo que implica la justicia de Dios. Traer estas actitudes a la iglesia, o al reino de Dios, no resulta beneficioso para nosotros ni para nuestros hermanos en la fe, mucho menos para el testimonio y el glorificar a Dios en nuestras vidas. La justicia de Dios es tan simple y tan complicada para nosotros a la vez, porque se opone a todo lo aprendido en este mundo: Él es el creador de todas las cosas y el único Dios. Fuimos creados a su imagen y semejanza para disfrutar de una vida relacionándonos con Él. Pero pecamos, todos lo hicimos, por lo tanto no somos merecedores de nada, excepto de la muerte y un castigo eterno que incluye la separación de un Dios Santo. No merecemos nada. El que tengamos vida y todo lo demás es por su infinita gracia y misericordia. El que podamos ser redimidos del camino al infierno, no depende de nosotros, sino de Su sacrificio en la cruz. Yo solo puedo rendirme y creer, arrepentirme de mis pecados, y dedicar mi vida a quien la compró a precio de sangre. De ahora en adelante nada más importa excepto el yo gastar mi vida al servicio de quien me amó con su propia vida. Al entender este punto, todas las comparaciones no tienen lugar ni razón de ser. Lo que soy depende de lo que Él tiene preparado para mi vida. Lo que tengo depende de lo que Él ha decidido suplirme. Mi conocimiento, mis dones y talentos, son regalo suyo. Y ante los momentos de duda solo debo pensar en qué haría Jesús. No importa mi rol en la iglesia o el tiempo que lleve, lo que importa es que haga la obra que Dios tiene para mí, se vea grande o pequeña. Dios no va a pedirme algo para lo que Él no me llamó. Va a ver si yo quiero ser obediente a Su voluntad. No tiene importancia a quien traten mejor que a mí, quien tenga más que yo, quien tiene mejor posición que yo... mi vida la define quién la diseñó y quién la redimió. Mi valor es dado por el que me ama incondicionalmente. Oremos al Señor dando gracias porque estamos completos en Él. Que nos ayude a dejar las comparaciones dañinas a un lado para poder vivir en el gozo de su salvación y ser obedientes a Su voluntad.
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AutoraMe llamo Myrnaly y resido en Ponce, Puerto Rico. Soy Cristiana, esposa, madre, y profesional. Tengo un Dios que me sostiene en Su Gracia y Misericordia, y renueva mis fuerzas cada dia. Blog Anteriores
September 2019
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