Podemos ver nuestra vida desde diferentes perspectivas y cada persona puede darle un valor muy único. Somos egoístas por naturaleza, gracias al pecado que entró en la raza humana desde Adán y Eva. Desde el principio solo nos hemos dedicado a sobrevivir, poniendo nuestra vida por delante de la de otros. Las guerras y conflictos internacionales son solo luchas de poder y grandeza. Existe tanta pobreza en el mundo, mientras otros desperdician su comida como si nunca pudiera faltar. Vemos mucho sufrimiento a nuestro alrededor y lo pasamos por alto, porque tenemos vidas muy ocupadas. Pero un día, nos snfrentamos al sacrificio en la cruz y nuestra vida toma otra dirección. Nuestros ojos son abiertos a un mundo espiritual que desconocíamos o no podíamos comprender. Y comienza todo un proceso de santificación donde Dios nos va llevando a través de su Espíritu Santo y el estudio de su Palabra, a transformarnos cada día, conforme a su propósito para nuestras vidas. Todo cambia radicalmente. La Palabra nos dice que ya no vivimos sino que vivimos para Él. Fuimos comprados a precio de sangre preciosa, valiosa como la sangre de Hijo de Dios. Pero aunque somos redimidos vivimos en este mundo y en esta carne, y somos atraídos constantemente por las ofertas de este mundo. Pero ahora tenemos un fin mayor y esa debe ser nuestra meta. El mundo seguirá su curso aunque hayamos sido rescatados por nuestra fe. Y como ya Jesucristo nos dijo, en este mundo tendremos aflicción. A pesar de eso debemos ser buenos administradores de nuestro tiempo y nuestros bienes en favor de Reino de Dios. Tenemos la gran comisión por delante de predicar el evangelio a toda criatura: ese es nuestro fin mayor. Nuestros deseos, nuestros anhelos, nuestros sueños y ambiciones no pueden ir delante de este fin. Somos peregrinos y extranjeros en este mundo y aún nuestros problemas personales quedan en un segundo plano para ser obedientes al que nos salvó y rescató a través de su gran amor, gracia y misericordia. Ahora tenemos una vida eterna por delante llena de agradecimiento por tan grande y difícil sacrificio. Debo dedicar a Dios mi obediencia, y vemos el ejemplo en Jesús que fue tentado en todo, hasta en cumplir con ser obediente, así que nuestro sumo sacerdote nos ayuda en el proceso. Así que mi trabajo, mis actividades, mi familia, mis metas, y aún mis heridas, no pueden nublar mi mirada de que tengo un fin mayor. Oremos al Señor presentando nuestras vidas para someternos en obediencia a Él y poder trazar nuestro caminar hacia su voluntad. Que nos ayude a ver todo lo que tenemos como pérdida ante tan grande comisión del Reino.
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AutoraMe llamo Myrnaly y resido en Ponce, Puerto Rico. Soy Cristiana, esposa, madre, y profesional. Tengo un Dios que me sostiene en Su Gracia y Misericordia, y renueva mis fuerzas cada dia. Blog Anteriores
September 2019
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