Como les he relatado anteriormente, la gastronomía es mi pasatiempo, en diferentes maneras. Así que estaba viendo la serie de los chefs, y esta vez le tocó el turno a un chef de Brazil. Él tuvo la experiencia de compartir con diferentes tribus del Amazonas y en una ocasión lo llevaron donde una mujer mayor que era la experta en cocina en el lugar. Ella con mucho detalle le preparó una sopa de hormigas y se la dio a probar. Él miró asombrado lo que tenía de frente y para no defraudarla probó solo del caldo, quedando impresionado con su sabor. Le preguntó sobre que especias había utilizado, y mientras él le insistía en las hierbas usadas para confeccionar un caldo con tan impactante sabor, ella le insistía que no fueron hierbas, que eran las hormigas y que debía probarlas. El chef ante tal insistencia llevó a su boca el delicioso caldo impregnado de hormigas. Para su sorpresa, las hormigas eran el sabor a hierbas que pudo degustar. Luego pensaba en su restaurante en el primer momento en que probó el caviar, tan lujoso y sólo servido en la alta cocina. Y recordó su reacción, que fue bastante neutral porque no le causó una impresión como él anticipaba. Pero, ¿qué le lleva a pensar que debe gustarle el caviar pero no las hormigas? Y llegó a la conclusión de que fue la cultura quien se lo enseñó, y no lo que en esencia es cada alimento. Les parecerá un poco extraño esta base para mi tema del blog de hoy, y es que me llevó a pensar en otras cosas. El primer mandamiento para nosotros en la Biblia es amar a nuestro Dios sobre todas las cosas, con todas nuestras fuerzas. Y el segundo madamiento es amar a tu prójimo como a ti mismo. Pero, ¿cómo podemos cumplir con ese segundo mandamiento si no nos amamos a nosotros mismos primeramente? Este mundo y su cultura nos ha enseñado muy bien a notar nuestros "defectos", a poder exaltar lo que nos hace diferentes al molde de belleza establecido, a compararnos con el éxito que espera esta sociedad. Si no me acepto y me amo como soy, como Dios me creó, es muy difícil amar realmente a otros. Tendemos a juzgar en otros nuestras mayores inseguridades. Si creo que tengo una nariz fea, voy a observar la nariz de los demás para ver quien la tiene perfilada o quien la tiene mas grande o virada que yo. Si mi inseguridad es mi físico por el peso que tengo, voy a observar en otros cuan flacos o gorditos son, si han aumentado de peso, si han rebajado mucho de repente. Si no me gusta el tener cabello rizado, voy a observar el cabello de los que me rodean. Y así sucesivamente se nos va el tiempo juzgando a otros, y perdiendo el tiempo que tenemos para amar. Cuando yo entiendo que soy una creación hermosa de Dios, del que todo lo hizo perfecto y vio que era bueno, del que me conoce desde el vientre de mi madre y tuvo cuidado de mí, entonces puedo amarme tal y como soy, y no tengo que encajar en el molde de nadie para ser feliz. En ese momento podré ver la belleza en los demás. No debo reclamar a Dios porque me hizo de tal o cual manera, debo agradecerle que me creó con muchos detalles y me hizo única. Para mi todos serán exquisitos como el caviar y no diferenciaré si su forma es de hormiga o de lujo. Oremos para entregar a Dios nuestras inseguridades y ver la belleza con que Él en sus detalles nos creó. Que nos ayude a ver al prójimo como Él los ve y su Espíritu Santo nos alerte sobre no juzgar o criticar a los demás. Cuando critico, dejo de amar.
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AutoraMe llamo Myrnaly y resido en Ponce, Puerto Rico. Soy Cristiana, esposa, madre, y profesional. Tengo un Dios que me sostiene en Su Gracia y Misericordia, y renueva mis fuerzas cada dia. Blog Anteriores
September 2019
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