El hermano de mi esposo fue al cementerio municipal para ver la tumba de su mamá, recordando la fecha de su cumpleaños. Para su sorpresa, y no muy grata, halló la tumba rota, con basura y el féretro trastocado. Le tomó una foto y le comunicó la noticia a sus hermanos, incluyendo a mi esposo. Cada uno tuvo una reacción muy diferente, según su temperamento y sus creencias, pero todos compartieron la desilusión y el coraje, aunque fuera momentáneo por aquel incidente. Luego fueron y descubrieron que se habían llevado los huesos, sus restos. Ya no quedaba nada de du cuerpo terrenal, solo el vestido con el que le dieron sepultura. Así que todos se quedaron solamente con la curiosidad de saber como ocurrió y el sentimiento de que alguien no tuviera respeto por la tumba de su madre.
Una situación similar la experimentaron con la tumba de Jesús. El Mesías había sido crucificado por aquellos que no le creyeron, que no lo respetaron y no tuvieron temor de Dios. Pero todo había sido profetizado, al ser el plan de Dios para salvarnos del pecado. Los que le creyeron y le siguieron pensaron en que tuviera al menos una sepultura digna de un rey. Consiguieron una tumba de ricos para colocar su cuerpo. Estas mujeres quisieron completar el ritual y la preparación para el cuerpo de Jesús y cuando llegaron, para sorpresa de ellas, la piedra que cubría la tumba había sido removida; el cuerpo tampoco estaba allí. A diferencia de la experiencia de mi esposo, Ya Jesús había anunciado que iba a resucitar, y para confirmarlo un ángel lo recordó a las mujeres. La resurrección de Cristo fue la victoria de la cruz. El no encontrar allí su cuerpo fue motivo de asombro y de gozo porque fue el cumplimiento de una promesa de amor. La madre de mi esposo aceptó y creyó en esa promesa cuando estaba en vida. No hay nada que nos pueda separar del amor de Dios. No tuvieron temor de su tumba, pero ella tuvo temor de Dios y Él la resucitará el día postrero. Oremos para dar gracias al Señor por ese sacrificio de amor, que lo llevó a la cruz y lo hizo resucitar en gloria. Que Dios nos ayude a compartir con otros esa promesa de amor para que otros en vida puedan aceptarle y tener vida eterna.
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AutoraMe llamo Myrnaly y resido en Ponce, Puerto Rico. Soy Cristiana, esposa, madre, y profesional. Tengo un Dios que me sostiene en Su Gracia y Misericordia, y renueva mis fuerzas cada dia. Blog Anteriores
September 2019
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