Veíamos anoche mi esposo y yo un documental sobre la vida de un chef famoso, sus logros y sus motivaciones para dirigirse en ese camino. Me impactó mucho que su relación con su padrastro influyó en sus inseguridades, su autoestima y cómo utilizó ese rencor para abrirse paso en la vida. Aunque logró una posición muy privilegiada y fue el pionero en muchos ámbitos, sus inseguridades lo perseguían como una sombra y siempre entendía que algo le faltaba. Esto llego a afectar aún au familia. Y es que la relación con nuestros padres es importante. Hoy podemos ver muchos padres que son buenos proveedores pero no están presentes en la vida de sus hijos. Están presentes para ejercer disciplina, pero esa relación de amor carece en estos días de ser poco común. El mundo nos envuelve en sus redes de consumerismo y el aparente éxito. Pero el éxito puede definirse de muchas maneras, pero no todas las definiciones traen sosiego, paz y esa verdadera sensación de plenitud a nuestras vidas Todo esto me llevó a pensar en Dios, nuestro Padre. Él es perfecto. Él es el modelo a seguir. Dios nos adopta por medio de la fe, nos justifica por medio del sacrificio de Jesucristo y nos da vida eterna. Pero no sólo se queda como nuestro proveedor, aunque nos suple todas nuestras necesidades. Él nos creo para tener una relación con Él. Dios no es un padre ausente. Él quiere hablarnos, consolarnos, darnos gozo, y llevarnos a experimentar ese deleite en su presencia. Sin embargo, somos nosotros los que muchas veces podemos terminar como los que hacemos sin estar presentes. Podemos trabajar, servir para el reino, pero Dios anhela nuestra comunión. Y lo maravilloso de esto es que Él está completo en sí mismo. No nos necesita. ¡Al contrario! Nosotros le fallamos constantemente, pero aún así nos ama y nos va perfeccionando cada día. Es en ese tiempo a solas que somos sanados, que escuchamos su voz, su dirección, que se desnudan nuestra alma y podemos crecer en obediencia a Él. Es en el meditar en su Palabra que reafirmamos nuestra autoestima, nuestra identidad y nuestra seguridad. ¡La clave está en la relación! Que como padres también apliquemos ese principio. Muchos de los problemas de nuestra juventud es por la falta de atención que reciben de sus padres. Que pongamos como prioridad nuestras relaciones, con Dios, nuestros cónyuges, nuestros hijos, nuestras amistades y hermanos en la fe. Es ahí donde se logra esa koinonia y unión entre la iglesia. Oremos al Señor para que nos ayude a cultivar nuestra relación con Él. Todo lo demás fluirá sin pensarlo. El tiempo que pasamos a solas con Dios se nota.
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AutoraMe llamo Myrnaly y resido en Ponce, Puerto Rico. Soy Cristiana, esposa, madre, y profesional. Tengo un Dios que me sostiene en Su Gracia y Misericordia, y renueva mis fuerzas cada dia. Blog Anteriores
September 2019
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