Ayer visitaba una amiga en el hospital que acababa de tener un bebé. El bebé estaba hermoso y fue un privilegio poder cargarlo un rato mientras ella comía. Es interesante ver como buscaba estar pegado de su mamá todo el tiempo. Si ella hablaba mientras yo lo cargaba, él se despertaba y buscaba su voz. Nosotros como nacidos de nuevo en Cristo funcionamos de la misma forma. Nacemos con esa sed espiritual tremenda. Queremos hablarles a todos de lo nuevo que ha ocurrido en nuestras vidas, queremos leer la Palabra día y noche, anhelamos enormemente escuchar la voz de Dios, ¡queremos que Él nos hable! Pero al igual que un bebé, vamos a ir creciendo, y madurando. El bebé va a ir aprendiendo a hacer sus cosas solo, igual nosotros. Según crecen, ya no buscan tanto la voz de su madre, aunque la aman. Así nos sucede con nuestra vida espiritual, ese primer amor, donde no queremos hacer nada sin la confirmación de Dios. Ese anhelo ferviente de leer su Palabra día y noche, de depender de Él en todo, muchas veces lo vamos cambiando por rutinas y oraciones ensayadas. Pero aunque debemos ir creciendo, Dios nos exhorta a no olvidar ese primer amor. Debemos vivir en total dependencia de Él. No debemos conformarnos con que Dios enderezó nuestros psos y ahora vivimos tranquilos y no en malos pasos o circunstancias. Debemos cada día anhelar mas de Él. Debemos buscar cada día acercarnos mas a Él. Debemos tener la misma pasión que tuvimos al nacer. Debemos contagiar a otros. En nuestro caso, aunque seamos grandes, se vale caminar asidos de Su mano. Oremos para pedir al Señor que nos ayude a retener ese primer amor y anhelarle como un bebé recién nacido anhela a su madre. Que el pasar de los años no enfríe nuestra relación personal con Él.
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AutoraMe llamo Myrnaly y resido en Ponce, Puerto Rico. Soy Cristiana, esposa, madre, y profesional. Tengo un Dios que me sostiene en Su Gracia y Misericordia, y renueva mis fuerzas cada dia. Blog Anteriores
September 2019
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