Todos esperaban por años al salvador del mundo. Ante los ojos naturales lo lógico hubiera sido que naciera en una gran ciudad, rodeado de riquezas, con toda la gente prominente de la sociedad presente en tal acontecimiento. Nos han hecho creer que las personas importantes son las que tienen un nombre reconocido, poseen muchos bienes materiales, un lugar respetado en la sociedad, y tienen su tiempo muy controlado por las actividades de negocios y sociales, lo que hace que no sean muy accesibles a todo el mundo. Cuando nos comparamos ante tales modelos o estándares podemos menospreciarnos y no entender el valor que realmente tenemos y lo que con la ayuda de Dios podemos lograr. Dios no de rige por las reglas que se imponen culturalmente. A Dios nadie lo limita, le enseña, ni le ordena qué hacer. Siendo un Dios omnipotente, omnisciente y omnipresente, puede obrar como su soberanía le permite, pero muchas veces nos limitamos a la realidad de la cajita donde vivimos cuando tenemos acceso a mucho más. Para salir de esa “cajita” necesitamos la fe. La fe es un don de Dios. Él nos amó desde antes de la fundación del mundo. Él pensó en ti. Él sabía que el pecado nos alejaría de Él y trazó un plan de redención a través de la muerte en la cruz de su único Hijo, Jesucristo. Su Espíritu Santo obra en nosotros para que podamos entender esas verdades espirituales y podamos llegar a la restauración de nuestra relación con Él. Luego quiere usarnos para su gloria y llevar el evangelio. Para eso recibimos poder del Espíritu Santo, para ser sus testigos. Todo lo ha hecho Él. Todo lo que necesita lo suple Él. Al igual que le plació usar a Belén, una muy pequeña ciudad para el nacimiento de Jesús, puede usarnos a nosotros para llevar un evangelio tan grande. Y esto no depende de nosotros, es don de Dios. No es por lo que ves en ti a simple vista que se harán milagros, es por quien habita en ti. El enemigo de las almas quiere desanimarte, derrotarte, para que no lleves el mensaje y vivas en inacción. Pero debes mirar más allá de la caja donde te encuentras y ver que el Dios que te llamó te capacita, te acompaña y te guía hacia la obra que preparó para ti de antemano. ¡Preparó unas obras solo para ti! ¡Envió a su hijo a morir por ti! ¿Crees qué puedes ser más importante que eso? Si te ves como muy pequeño para llevar el evangelio no estás mirando en el lugar correcto. Dios se glorifica en nuestras debilidades y el hace cosas nuevas de lo que está roto. En tu pequeñez habita la gloria majestuosa del creador del universo y no existe privilegio mayor que ese. Oremos al Señor para que quite de nosotros cualquier desánimo o cualquier cosa que quiera detenernos para que no llevemos su evangelio. Aquí no hay espacio para el temor ni las inseguridades. Que podamos recordar que tú suples todo lo que necesitamos. Amén.
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AutoraMe llamo Myrnaly y resido en Ponce, Puerto Rico. Soy Cristiana, esposa, madre, y profesional. Tengo un Dios que me sostiene en Su Gracia y Misericordia, y renueva mis fuerzas cada dia. Blog Anteriores
September 2019
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