Tenemos dos maneras de trabajar las situaciones difíciles de la vida. Podemos rendirnos o podemos rendirnos. No he escrito un disparate o al auto corrector me hizo una mala jugada. En breve te explico lo que quiero decir. Hay dos maneras de rendirnos. La rendición que mas comúnmente escuchamos es el darnos por vencidos ante lo que nos afecta. Decimos: "ya me rendí", implicando que nos sentimos impotentes ante lo que tenemos que enfrentar y decidimos no luchar más. Muchas veces llegamos a este punto luego de haberlo tratado todo, o al menos lo que sabemos hacer, lo que pudimos pensar. Algunas personas se rinden sin tratar o sin ningún esfuerzo. El rendirnos de esta manera muchas veces provocará en nosotros una cadena de emociones y pensamientos como el sentirnos derrotados, con una baja en la autoestima. Podemos en este punto hasta haber perdido las esperanzas de que algo positivo puede ocurrir. Es un pensamiento conformista donde decido aceptar las cosas como son y no las quiero ni puedo cambiar. Esta es la primera rendición. En lo personal prefiero la segunda rendición, aunque te confieso que en ocasiones me he visto temporalmente atrapada en la primera. Dios diseñó para nosotros otra rendición. En muchos de los casos, nos vemos en la primera rendición antes de llegar a la segunda. Dios espera que nos rindamos ante Él. Esto implica el reconocer quien es Dios y quien soy yo ante Él, donde Él es Santo, perfecto, omnipotente, todopoderoso, creador de todas las cosas visibles e invisibles. Yo, por el contrario, soy imperfecta, pecadora, vulnerable, incapaz de lograr todo lo que quiero. Pero rendida ante Él descubro que me ama incondicionalmente, que tiene un plan perfecto para mi vida que no depende de mi, que se entregó en la cruz para salvarme, y que si yo le amo todas las cosas me ayudan a bien. Cuando yo decido rendir mi voluntad y mis fuerzas a sus pies, no es cuando todo acaba, al contrario, es cuando todo comienza. Recibiré sus fuerzas, decido caminar por donde es seguro dejándome dirigir por Él, dejo a un lado mis imperfecciones para que un Dios perfecto sea el que obre. Todo cambia. Tengo nuevas esperanzas y una nueva confianza, no en mí, sino en quien nunca falla. Para Él no hay nada imposible. Esta es la segunda rendición. Yo darme por vencida, pero entregándolo todo a Él para que obre en mi vida. Oremos al Señor pidiéndole que nos ayude a poner nuestra mirada en Él en todo momento. Que si decido rendirme ante algo, sea ante sus pies, entregando mi vida con todo lo que tengo, para que Él se glorifique y obre para obtener la victoria.
0 Comments
Leave a Reply. |
AutoraMe llamo Myrnaly y resido en Ponce, Puerto Rico. Soy Cristiana, esposa, madre, y profesional. Tengo un Dios que me sostiene en Su Gracia y Misericordia, y renueva mis fuerzas cada dia. Blog Anteriores
September 2019
Categories |