He notado que en los conciertos o en cualquier otro tipo de actividad donde hay muchas personas reunidas para ver a alguien o algún tipo de espectáculo hay varios tipos de personas. Están las personas que quieren estar justo en frente, en primera fila, y pagan para estarlo si son lugares reservados, o si es libre el espacio, se. An moviendo entre la multitud hasta quedar en el lugar más cercano. Están los que se conforman con cualquier lugar, y les basta sólo con estar presentes. Están los que comenzaron el evento justo al frente, y con el mover de la multitud, para cuando se percatan, ya están varias filas atrás de donde comenzaron. Ministraba a mi vida el hecho de que “estamos tan cerca de Dios como queremos estarlo”. Dios no se ha movido de lugar, es más, Él está en todas partes, por su atributo de omnipresencia. Comenzamos nuestra vida espiritual cuando le conocimos y nos acercó a Él, pero muchas veces en el camino, enfrentaremos circunstancias que podrían alejarnos de Dios, como las personas que se te cruzan al frente y para cuando te das cuenta, ya estás atrás. Nosotros mismos, podemos utilizar las heridas, los rechazos, las traiciones y aflicciones que pasamos en este mundo contaminado por el pecado, como excusa para no acercarnos al Señor como debiéramos. Lo cierto es que nadie puede alejarnos de nuestro Dios, excepto nosotros mismos. Él nos ama, siempre nos ha amado, y su oído está atento a nuestro clamor. A veces podemos comportarnos como niños pequeños que hacen un berrinche cuando quieren obtener algo de sus padres. La mejor forma de estar cercanos a Él es pagando el precio, reconociendo que su presencia es lo más valioso que podemos anhelar. Tiene un precio: la obediencia, el alejarnos entonces de los deseos y la corriente de este mundo, administrar nuestro tiempo de manera que invirtamos en lo que permanece, en lo que alimenta nuestro espíritu, y saber que ya no nos pertenecemos y tenemos un Señor para nuestras vidas. Estar muy cerca nos cuesta. Cuesta el renunciar a nuestros sueños, nuestras metas y anhelos para hacer nuestros los suyos y ser siervos en su plan para establecer el reino. Pero será un precio muy barato, ya que el precio mas alto lo pagó Él en la cruz por nuestra salvación y redención de pecados. Este precio a pagar solo nos hará poder disfrutar de esa vida abundante que sólo Él nos puede dar. El mejor premio será el disfrutar su presencia en nuestras vidas. Oremos al Señor presentando nuestras vidas y que nos muestre cuán cercanos estamos a Él y que cosas debemos hacer para poder disfrutar de esa relación de amor con Él. Que podamos anhelar cada día las cosas espirituales que permanecen.
0 Comments
Leave a Reply. |
AutoraMe llamo Myrnaly y resido en Ponce, Puerto Rico. Soy Cristiana, esposa, madre, y profesional. Tengo un Dios que me sostiene en Su Gracia y Misericordia, y renueva mis fuerzas cada dia. Blog Anteriores
September 2019
Categories |