“Ciñe de fuerza sus lomos, Y esfuerza sus brazos.” Este verso parece contradecir lo que hemos creído de la sociedad de que la mujer es el sexo débil. Dios no está comparando a la mujer con el hombre ni se trata de la batalla de los sexos. Pero es interesante ver que es una de las cualidades que describen a la Mujer virtuosa. Cada vez que se habla de cuan fuerte es una persona se recrea en mi mente una vivencia de años atrás, como a dos años de haber enfrentado el divorcio. Estaba platicando con una amiga y ella me decía que ella no se veía tan fuerte como yo que llevaba un hogar yo sola. Al llegar a casa no pude evitar el llanto, y recuerdo acostarme en la cama y decirle a Dios que yo me sentía muy débil, que yo en realidad no era nada fuerte, que sentía muchas veces que la carga que llevaba era demasiado pesada para mi. Lo cierto es que no fue la única ocasión en que he dicho esas palabras al Señor. Pero, ¿sabes? No dije nada que no fuera cierto. Cuando reconozco que soy débil, que no tengo las fuerzas suficientes para continuar, es ahí cuando Dios renueva mis fuerzas. “Dios es el que me ciñe de fuerza, Y quien despeja mi camino;” (2 Samuel 22:33). La mujer virtuosa depende totalmente del Señor para todo lo que hace, y es ahí donde reside su fuerza. Nuestras debilidades son utilizadas para transformarlas en gloria para Dios. Mis debilidades no son para mostrarlas ante los problemas, mis debilidades no son para mostrarlas a cualquier persona, mis debilidades no son para compararlas a mi autoestima. Mis debilidades son para ponerlas a los pies de Jesús, mis debilidades son para llevarlas en oración, mis debilidades son para explicarlas en una consejería pastoral, y para mostrarle a mi familia que aún en ellas Dios se glorifica y puede hacer lo mismo con las suyas. Las fuerzas para llevar mis cargas las obtengo cuando llevo “su yugo que es fácil y ligera su carga”. Es Él “Quien hace mis pies como de ciervas, Y me hace estar firme sobre mis alturas;” (2 Samuel 22:34). Si hasta aquí he llegado ha sido por Él. Aún así no podemos perder de vista que nosotras muchas veces nos ocupamos de los demás y dejamos el ocuparnos de nosotras para último. Tenemos también una responsabilidad con este cuerpo: “¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?” (1 Corintios 3:16). Para tener energías físicas debemos alimentarnos, descansar y ejercitarnos adecuadamente. Queremos servir en ministerios, trabajar y atender un hogar pero este cuerpo se cansa y se desgasta. Dios muchas veces me ha dado fuerzas físicas cuando las he necesitado, pero yo debo ser buen mayordomo del cuerpo que Dios me dio. No no hay circunstancia tan difícil que no podamos poner a los pies de Maestro y obtengamos las energías, las fuerzas y la sabiduría que necesitamos. Él intercambiará mis debilidades por sus fuerzas, sólo debes entregárselas. Oremos al Señor para entregar, de forma transparente nuestras debilidades. Ya le hemos entregado nuestros pecados y nos ha dado vida eterna, ¿imagina lo que hará al entregarle nuestras debilidades? Que nos dé la fe necesaria para nuestro caminar diario.
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AutoraMe llamo Myrnaly y resido en Ponce, Puerto Rico. Soy Cristiana, esposa, madre, y profesional. Tengo un Dios que me sostiene en Su Gracia y Misericordia, y renueva mis fuerzas cada dia. Blog Anteriores
September 2019
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