Mis tareas de hospitalidad no terminan en el portón del patio o en la acera frente a mi casa. Es ahí donde comienza otro tipo de hospitalidad. Recuerda que la hospitalidad según la palabra utilizada en la Biblia es “amor por el extraño”. Podemos aplicarlo a que se nos llama a amar a nuestro prójimo aunque no sea parte de nuestra familia o grupo de amistades. Ahí incluimos a las personas que no conocemos y hasta a nuestros enemigos. En Eomanos 12:20 nos dice: “Así que, si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber; pues haciendo esto, ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza.” Dios nos amó a nosotros siendo aún pecadores y habiéndonos salvado seguimos fallándole todos los días y necesitamos de su perdón. No somos nadie para estar en posición de juzgar a otros. Dios nos ha bendecido para bendecir a otros. Hoy día nos complicamos mucho buscando diferentes formas electrónicas de cómo evangelizar, que son buenas para llegar a toda persona, pero nos hemos olvidado del contacto personal, como lo hacía la iglesia en sus comienzos. Un buen apretón de manos o un abrazo cuando es necesario, hablan más que mil palabras. Este mundo ya está cansado de presenciar guerras doctrinales y de ver a la iglesia compitiendo con ella misma. Ya no se visitan hermanos en otras congregaciones como antes por miedo a perder membresía. Si no podemos compartir en paz con nuestros propios hermanos en la fe, ¡cómo podremos hacerlo con nuestros enemigos y con los extraños! ¡Hay tanto por hacer! Tenemos el privilegio de ser las manos de Jesús y los pies de Jesús aquí en la tierra. Pero a veces hasta prestar una ayuda no monetaria se nos hace difícil por nuestro orgullo. Pensamos que ya hemos ayudado a esa persona anteriormente, y no puede ser de esa manera. ¿Te has puesto a pensar si Dios nos dijera que ya nos contestó una oración la semana pasada y otra el mes pasado, y no debemos seguir pidiendo? Dios, en su naturaleza de amor y misericordia, con una paciencia infinita, no nos trata de esa manera. Yo no debo tratar a nadie de esa manera. Puedes dar al que te pide limosna, puedes comprarle un alimento a alguien, puedes ayudar a un anciano a cruzar la calle o a cargarle unos bolsos a su auto, podemos ayudar a una madre que no tiene ayuda para cuidar sus hijos... podemos hablarle a otros de Jesús y contarles de las grandes maravillas que ha hecho en nuestras vidas, sin merecerlo. Podemos llevar en nuestro auto a alguien a la reunión de la iglesia, si esa persona no tiene vehículo para poder moverse. Cuando comencé en los caminos del Señor años atrás, yo tenía apenas 14 y 15 años y no tenía carro, ni en mi casa tampoco, ya que mís padres decidieron de jóvenes no manejar. Gracias a personas de la iglesia que me buscaban a mi casa y me traían de vuelta, se fue sembrando en mí todas las enseñanzas de la Palabra. A veces queremos predicar, o hacer otras tareas de exposición, pero te digo que desde el que cuida el estacionamiento puede demostrar hospitalidad al recibir a los hermanos, hasta el que es ujier en el templo, quienes son la segunda impresión del amor de Dios al visitarnos. Puedo prestar a otros algún libro que haya sido de bendición a mi vida y no dejarlo en casa acumulando polvo. Hay mucho por hacer. Como te decía anteriormente, Dios nos ha dado diferentes temperamentos y habilidades y dones, y cada uno puede ser hospitalario a su manera. Pero una sonrisa y un saludo deben ser la norma donde quiera que vayamos. Podemos hacer sentir como en casa a los extranjeros que visitan o viven en nuestro país, podemos ayudar a misioneros y orar por ellos, podemos donar nuestro tiempo para tantas actividades que se anuncian. Pensar en el prójimo va contra nuestra voluntad que siempre busca lo suyo, somos egoístas por naturaleza, pero para eso necesitamos del Espíritu Santo y la oración. Dios nos va a guiar y nos va a abrir las puertas, y nos va a mostrar que puertas debemos abrir nosotros. Es tiempo de servir. Quizás no cambies al mundo, pero ayudes a cambiar una vida, un día a la vez. Oremos al Señor pidiendo dirección y que nos ayude a mostrar su amor a través de nuestras acciones. Que no nos quedemos en oír la Palabra de Dios y nos movamos a la accion. Que podamos dar a El toda la gloria y la honra de los resultados que podamos ver.
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AutoraMe llamo Myrnaly y resido en Ponce, Puerto Rico. Soy Cristiana, esposa, madre, y profesional. Tengo un Dios que me sostiene en Su Gracia y Misericordia, y renueva mis fuerzas cada dia. Blog Anteriores
September 2019
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