La vida se compone de enfrentar batallas, una tras otra. Unas son más fáciles de conquistar, otras nos toman más tiempo y esfuerzo. Entre mis grandes batallas, se encuentran: el episodio donde mi ojo izquierdo sufriò desprendimiento de retina y pensé quedar ciega, el caso judicial de mi papá donde pensamos que podía ir preso, mi divorcio con mis nenes casi bebés, la pérdida de mi madre, mi padre y otros seres queridos cercanos que murieron jóvenes, sin contar las situaciones de salud por mi anemia, las veces que me han calumniado, las veces que me han traicionado, y los desánimos y frustraciones que solo Dios conoce. En todas Dios me ha llevado de la mano, y he salido airosa, aunque con algunos razguños. Muchas de las personas que me conocen han podido saber de casi todas estas batallas. Otros han podido ver cuando vivimos luchando por conquistar un problema o una situación. Muchos han visto un carácter fuerte de mujer que ha luchado para salir adelante. Otros han visto como Dios ha obrado a mi favor. Pero aunque mis batallas se puedan ver, hay otras batallas que solo Dios ve, que son los temores detrás de ellas. Cada batalla comienza a lucharse venciendo los temores que sentimos ante una prueba difícil. La capacidad de saber que podemos vencer lo que tenemos delante va a depender de cuán rápido venzamos el temor a luchar ante esa situación. Dios nos dice en su Palabra que el verdadero amor vence el temor. Si comprendemos al menos un poco del amor de Dios para nosotros, podemos desarrollar una fe que venza los temores, porque sabremos que no hay nada que pueda ir por encima de la voluntad de Dios. Comenzamos nuestras batallas venciendo los temores que nadie ve. Pero Dios escudriña los corazones, conoce nuestros pensamientos, está consciente de nuestras debilidades...Él nos hizo y no nosotros a nosotros mismos. Sabe que necesitamos de Él. Quiere que dependamos de Él. Nos alienta diciéndonos que todo lo podemos en Cristo que nos fortalece. Pablo enfrentó muchas batallas, sin descanso, y tuvo que vencer temores. Pero vio la mano poderosa de Dios a través de Tito. Tito fue como un bálsamo fresco y de ánimo a la vida de Pablo. Yo he estado en situaciones donde llega alguien no necesariamente a decirme que me entiende, sino que su sola presencia infunde ánimo y alegría. Tito no estaba libre de batallas, pero fue un instrumento de Dios para con amor ayudar a otros. ¿Puedo decir que he sido aliento para otros como Tito? Porque no sería bueno quedarme entre mis temores y mis batallas y perderme la bendición de animar a otros. Mis temores los venzo con el amor de mi Señor y las batallas las conquisto con su poder. Puedo dedicarme a ser aliento a otros. Oremos dando gracias a Dios porque podemos mostrarle todas nuestras debilidades y nuestros temores, y ponerlos en sus manos para que Él obre. Que podamos ver que podemos ayudar a otros porque ya hemos vencido batallas y hoy no estamos donde nos encontrábamos ayer.
0 Comments
Leave a Reply. |
AutoraMe llamo Myrnaly y resido en Ponce, Puerto Rico. Soy Cristiana, esposa, madre, y profesional. Tengo un Dios que me sostiene en Su Gracia y Misericordia, y renueva mis fuerzas cada dia. Blog Anteriores
September 2019
Categories |