Jonás terminó en el vientre de un gran pez por tres días y tres noches. Es una de las historias de la Biblia que escuchamos desde pequeños. De niños, los adultos utilizan la historia para enseñarnos que hay que obedecer la Palabra de Dios. Ya de adulta, la historia tiene para mí un significado mas profundo. Y es que la Palabra de Dios se aplica a cada situación de nuestra vida y nos habla de diferentes maneras. Jonás fue llamado a ir a predicar en Nínive porque su maldad era tanta que Dios había decidido destruir la ciudad. Dios entonces envía a Jonás para darles la advertencia. Pero Jonás había conocido que Jehová era un Dios lleno de misericordia. Jonás también había visto la maldad de esa ciudad y pensaba que necesitaban ser castigados y destruidos. Él pensaba que eso era lo que se merecían. Pero Dios tuvo misericordia, como Jonás había predecido, y se enojó mucho Jonás con Dios. Yo he sido muchas veces como Jonás. Veo maldad a mi alrededor, y veo como a gente que no tienen ninguna conciencia aparente al momento de actuar, las cosas parecen salirle bien. Como que uno se queda esperando por unas consecuencias inmediatas a sus malas acciones y pareciera que Dios no los castiga. Y es que creemos que todas las cosas funcionan como las trabaja este mundo caído. He visto como Dios tiene misericordia de todos. Y eso es bueno, porque tuvo misericordia de mí. El problema está en que en ocasiones llegamos a pensar que yo no soy tan malo como los demás, y nos lleva a una soberbia espiritual. Pero delante de los ojos de Dios yo soy igual de pecadora y merecía el infierno igual que los demás. Lo único que me hace aceptable es que estoy cubierta con la sangre del sacrificio de Cristo en la cruz. No es por mis méritos. Yo soy llamada como Jonás a predicar a Cristo. Dios en su divina santidad tiene misericordia de quien quiere tener misericordia. Y me gozo en su misericordia porque por ella tengo salvación. La misericordia que se necesita para salvar a otros es la misma que necesito yo. Requiere humildad reconocer que yo estoy en el mismo bote. Oremos para presentarnos ante Dios con transparencia y entreguemos a sus pies todo sentimiento de inconformidad con la misericordia de Dios hacia otras personas, que no merecen su misericordia, de igual manera que no la merezco yo tampoco. Que el Señor siga derramando de su perfecto amor en nosotros para poder amar al prójimo como Él espera de nosotros.
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AutoraMe llamo Myrnaly y resido en Ponce, Puerto Rico. Soy Cristiana, esposa, madre, y profesional. Tengo un Dios que me sostiene en Su Gracia y Misericordia, y renueva mis fuerzas cada dia. Blog Anteriores
September 2019
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