Siempre me enseñaron que debía tener un plan en la vida. De hecho, hablé sobre eso recientemente. Es bueno tener un plan para saber a donde enfocar nuestros esfuerzos en la vida para alcanzar nuestras metas. Pero, ¿qué sucede cuando nuestros planes no resultan como lo hemos pensado? Recuerdo que a mitad de semana mi esposo me dijo que como estoy trabajando desde mi casa, quería sacarme a desayunar el sábado, o sea, hoy, a un nuevo restaurante famoso por sus pancakes que abrió recientemente en nuestra ciudad. Yo acepté encantada. Así que nos dirigimos hoy a desayunar allí. El lugar estaba más lleno de lo que imaginamos y las personas esperando su mesa se arremolinaban alrededor del restaurante. ¡Qué mal! Decidimos entonces ir a nuestra segunda opción, nuestro plan B. Llegamos a nuestro restaurante B y parece que al igual que nosotros, todas las personas que llegaban al restaurante A tuvieron también como opción el restaurante que escogimos y estaba bastante lleno también. Nos anotamos en una lista de espera. Y al parecer iba a ser muy larga la espera porque no sentaban a nadie. Mi esposo me preguntó si mejor nos íbamos a buscar otro lugar (cosa que ya yo tenía en mente) y le dije que sí. Pensé en un bistro café que solíamos ir y hacia allá nos dirigimos. Llegamos y tenían artesanos con sus mesas ofreciendo sus productos confeccionados a mano. Al entrar, el ambiente acogedor y tranquilo, con una iluminación que suponía una invitación a la conversación, nos alegró. Mientras pedimos la orden se preparó un músico, quien mientras esperamos la orden y saboreamos el desayuno, nos amenizaba con su guitarra y sus canciones dedicadas a la patria y al amor. Todo resultó en una cita tan relajada, amena y de gran deleite. Fue como un rinconcito privado preparado para nosotros. Nuestro plan C fue mejor que el plan A que teníamos en mente. Recién escuchaba que Dios solo tiene un plan A para nosotros. Sus planes se cumplen siempre. Muchas veces nosotros podemos percibir que cuando las cosas no son como las esperábamos o nos vemos ante situaciones difíciles que parecen no tener una salida, que el plan A de nuestras vidas falló. Es difícil para nosotros pensar que todo obrará para el bien de nuestras vidas, sobre todo cuando nos hemos quedado sin empleo, nuestro hogar se ha desecho, hemos perdido algún ser querido, no tenemos el trabajo que esperábamos, o nuestros hijos no están viviendo la vida que soñábamos para ellos. Sin embargo, es fácil olvidar la fidelidad de Dios en nuestras vidas, el sustento que siempre nos ha dado, el consuelo y el amor que nos ha acompañado y el propósito único que tiene con cada uno de nosotros. Yo he estado ahí. Nos enfocamos en lo que tenemos frente a nuestros ojos y no en la grandeza de nuestro Dios quien es todopoderoso y nos amó de tal manera que entregó a su único hijo por nosotros. Moisés pasó 40 años en el desierto antes de ir a liberar al pueblo de Israel. Abraham salió de su tierra sin saber a donde iba. José fue vendido por sus hermanos como esclavo sin saber que sería gobernador de Egipto y ayudaría a su pueblo. Tu y yo estamos hoy aquí sin saber lo grandioso que tiene el Señor para nuestras vidas. Como ellos, solo debemos mantenernos como viendo al invisible y creyendo en fe. Estamos en el plan A de Dios. Oremos al Señor agradeciendo su providencia para nuestras vidas y pidámosle que nos ayude a tener fe en medio de lo que estemos viviendo. Lo que sea que no está dentro de nuestros planes está dentro del plan de Dios. **Recuerda: Dios solo tiene un plan A para nosotros.
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AutoraMe llamo Myrnaly y resido en Ponce, Puerto Rico. Soy Cristiana, esposa, madre, y profesional. Tengo un Dios que me sostiene en Su Gracia y Misericordia, y renueva mis fuerzas cada dia. Blog Anteriores
September 2019
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