Recuerdo cuando estaba en escuela elemental en cuarto grado, un dia en la clase de Español, la maestra hablaba de poemas de autores puertorriqueños, y una de mis compañeras de clase recitó de memoria la primera estrofa del poema "El Valle de Collores" de Luis Lloréns Torres. La maestra la felicitó por haberla aprendido. Varios días después de lo ocurrido, estaba en la sala de mi casa, aburrida (como solía decirle siempre a mi mamá), y comencé a leer unos tomos de la enciclopedia de Puerto Rico, y encontré el poema que la niña había recitado. Así que pensé que si ella se aprendió la primera estrofa yo podía aprenderlo completo. Y eso hice aunque duraba como tres páginas. Tan pronto tuve la oportunidad en clase, dije a la maestra que yo me lo sabía de memoria completo y lo recité, obteniendo su admiración. Luego otras maestras se enteraron y en otros grados tuve que recitarlo. Le conté la hazaña a mis padres, los cuales siguieron contando a otros con mucho orgullo lo que yo había hecho. Años mas tarde recuerdo lo que hice, y lo veo completamente mal. En primer lugar, humillé a mi compañera de clases y en segundo lugar, mi motivación estaba completamente errónea. Lo hice para sentirme mejor que ella, ¡me comparé con ella! Cosas como estas hicieron que creciera siendo muy orgullosa, área que Dios ha tenido que ir trabajando conmigo. Dios nos hizo diferentes a todos, pero en su misericordia y su gracia, nos dio dones y talentos a todos. Todos tenemos una forma de servir. Todos aportamos algo necesario al reino. Todo lo que hacemos es importante. Nuestra motivación en todo lo que hacemos debe ser primeramente agradar y honrar al Señor, y hacer y dar lo mejor de mí. No puedo crecer a la medida de Dios comparándome a otros, y mucho menos saboteando lo que otros hagan para yo poder sobresalir. Al contrario, somos llamados a ser humildes, mansos de corazón y a ver a los demás como superiores a nosotros mismos. Nuestro fin es el mismo. No puedo tener celos o envidias de los hermanos en la fe que Dios usa, que Dios prospera o que Dios pone como líderes. Dios es el que capacita. Sin el respaldo de Dios nada de lo que hagamos rendirá fruto. ¿Que me motiva? ¿Ando comparándome a otros? Oremos para que Dios nos revele si hay en nuestro corazón alguna envidia, celos, o motivaciones erróneas que puedan afectar la unidad del cuerpo y detener mi crecimiento espiritual. Pidámosle que pueda limpiarnos para seguir creciendo y rendir fruto que honre su nombre.
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AutoraMe llamo Myrnaly y resido en Ponce, Puerto Rico. Soy Cristiana, esposa, madre, y profesional. Tengo un Dios que me sostiene en Su Gracia y Misericordia, y renueva mis fuerzas cada dia. Blog Anteriores
September 2019
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