Cada Semana Santa qué pasa se parece menos a las semanas que viví desde niña. Se puede percibir en el aire un ambiente no muy diferente a las demás semanas del año. Con cada año qué pasa se ha ido perdiendo el temor a Dios. No sólo lo vemos reflejado en la Semana Mayor, como suele llamarse, sino en el resto de año. Muchas veces este mundo nos adormece con sus muchas actividades, metas, trabajos, diversión que creemos muy merecida, y sutilmente vamos cambiando nuestras prioridades para colocar otras. Poco a poco vamos aceptando lo que todo el mundo ve "normal" y lo adaptamos a la vida cristiana. Es más fácil recordar que Dios es amor, en lugar de recordar a diario que Jesús nos invitó a tomar su cruz y seguirle. Nuestras tradiciones y costumbres culturales han ido desvaneciéndose con el tiempo, y las percibimos como parte de nuestra historia como pueblo, las cuales nos definieron como nación en algún momento, pero que ya son obsoletas para los tiempos que vivimos. Las costumbres que formaron nuestras raíces no pueden coexistir con los adelantos tecnológicos y el conocimiento que posee el hombre de este siglo. Y es ahí donde podemos fallar. ¿Le mostramos a nuestros hijos y a las generaciones que se levantan que la Semana Santa es una costumbre de pueblo? ¿Una tradición? O, ¿realmente les mostramos que tiene un significado muy diferente para los que hemos sido redimidos por Su gracia? Nosotros estamos formando las próximas generaciones y los próximos cristianos. Podemos hablarles mil palabras, pero son nuestros hechos los que quedarán grabados en sus mentes y en sus corazones para siempre. Les digo que seguir la voluntad de Dios es para mi una prioridad, y ¿se los demuestro? Si al hablarles lo que ven es que soy hipócrita, así les muestro cómo deben ser ellos al llamarse cristianos en un futuro. Nuestros hijos, y las personas que nos rodean a diario en nuestra casa, nuestros estudios y nuestros trabajos, pueden ver claramente donde está nuestro corazón, donde está nuestro tesoro. ¿Podría decir que mi vida refleja que mi tesoro es Dios y que lo considero mi Señor? Y esto no sólo en estos días de reflexión, sino en mi diario vivir. ¿Les muestro a los que me rodean donde verdaderamente vale la pena invertir todo lo que somos y todo lo que hacemos? ¿Puedo ser lo suficientemente sincero para pedirle a Dios que me escudriñe y muestre mi verdadero tesoro? ¿Es mi trabajo para el reino de Dios o para mis arcas personales? Oremos a nuestro buen Dios dando gracias por su misericordia y pidiendo perdón por las veces en que damos por sentado su sacrificio en la cruz. Que podamos rendir nuestro corazón ante Él al entender lo que costó el recibir su gracia. Pidamos que nos haga sensibles a la voz de su Espíritu Santo para que podamos enseñar vidas comprometidas en vez de costumbres y tradiciones.
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AutoraMe llamo Myrnaly y resido en Ponce, Puerto Rico. Soy Cristiana, esposa, madre, y profesional. Tengo un Dios que me sostiene en Su Gracia y Misericordia, y renueva mis fuerzas cada dia. Blog Anteriores
September 2019
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