En estos días estuvieron regalando árboles para sembrar, en un área del centro comercial cerca de mi casa. Como no tenemos árboles en mi patio, decidí ir a buscar. Allí tenían varios expertos que basados en la información que le proveyeras sobre el lugar, terreno y propósito principal del árbol, te conseguían las especies más adecuadas para la siembra y te orientaban sobre el proceso. Yo no tengo esa experiencia ni mucho conocimiento en esa área porque no me he dedicado a hacerlo. A veces pienso que no tengo la paciencia que se requiere para ese pasatiempo. Así que se los traje a mi esposo para que él se encargue de la tarea. Pero en nuestras vidas, el panorama es muy distinto. Todos sembramos. A diario todos estamos sembrando y cosechando. El problema es que aunque no estamos conscientes de esto, que ya aquí no es un pasatiempo, sino que define nuestras vidas, no nos orientamos de la mejor manera para poder obtener buenos frutos en el tiempo de la cosecha. Realmente, toso lo bueno que puede salir de nosotros proviene de Dios. El mundo nos ha estado orientando toda la vida sobre cómo sembrar. Nos enseña que seas egoísta porque a la larga, nadie va a pensar en ti. Nos enseña que tienes derechos, así que no des tu brazo a torcer. Nos enseña que el que tira el golpe primero es el que gana. Nos enseña que tenemos que vengarnos del que nos hizo daño. Nos enseña a criticar en los demás lo que nos parece distinto. Nos enseña a ser fanáticamente políticos y religiosos y que nos metamos en discusiones. Nos enseña que a nuestros hijos les provéanos más cosas materiales que tiempo y amor. Nos lleva a pensar que somos superiores a los demás y que así debemos tratarlos. Todas estas conductas y todas estas semillas se trabajan solas en nuestras vidas, sin mucho esfuerzo. Nos cuesta más sembrar en justicia que sembrar en pecado. La Biblia nos enseña cómo debemos sembrar. Nos alerta que cosecharemos en base a lo que sembramos. Por ejemplo, nos dice que sembremos la semilla de la bondad. Pero para poder sembrar bondad debemos dejar de sembrar con orgullo y egoísmo, y eso nos cuesta; porque el mundo nos ha enseñado que no hagamos nada que nos haga parecer como tontos. Pero...¿y el resultado final? ¿Voy sembrando pensando en lo que voy a cosechar? Sembrar con el conocimiento de la justicia de Dios nos cuesta, pero obtendremos mejores cosechas. “Los que sembraron con lágrimas, con regocijo segarán.” Salmos 126:5 Muchos conflictos familiares y en cómo nos relacionamos con otras personas podrían sanarse si se deja a un lado el orgullo, el egoísmo, el odio y la sed de venganza por lo que recibí. Aunque nos cueste, sembremos bondad. Este mundo la necesita, y como la sal que sazona los alimentos para que los podamos disfrutar, así nosotros hemos sido llamados a ser la sal del mundo. Las instrucciones las tenemos en la Palabra y nos guía el Espíritu Santo. Si obramos como el mundo, estamos ayudando a la deforestación. Seamos los que pongamos la buena semilla que el Padre nos da. Oremos al Señor presentando nuestras vidas para que nos ayude a ir despojándonos de las enseñanzas que son contrarias a su voluntad y que podamos ir sembrando en justicia. Amén.
1 Comment
Guillermo Encarnación
5/17/2021 11:38:48 am
Muy acertada la reflexión, gracias. Gál, 6:7. Cose cosechamos lo que hemos sembrando. Gracias por vuestro ministro y dedicar parte de vuestro tiempo para compartir la palabra del Señor. Dios te bendiga abundantemente junto a vuestra familia. Guillermo, España.
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AutoraMe llamo Myrnaly y resido en Ponce, Puerto Rico. Soy Cristiana, esposa, madre, y profesional. Tengo un Dios que me sostiene en Su Gracia y Misericordia, y renueva mis fuerzas cada dia. Blog Anteriores
September 2019
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