Aprovechamos la entrega que tenía pendiente de unos manuales a laboratorios clínicos en el área norte de la isla para montarnos los cuatro en el carro, luego del encierro de la pandemia del Covid-19. Los planes eran muy sencillos, comprar desayuno por servi-carro, llegar al área norte y regresar sin hacer paradas en el camino para protegernos del contagio. Pero un vistazo a la isla, de camino, no nos venía mal. Eso hicimos. Salimos temprano en la mañana, pasamos por una tienda de café y compramos desayuno desde el carro y seguimos el viaje. Pudimos hacer todas las entregas durante la mañana y estábamos a buena hora para regresar a la casa, en el sur de la isla, evitando el tránsito más pesado de las tardes. No sé porque razón busqué la ruta en el GPS del celular, porque ya había tomado esa ruta otras veces. Lo cierto es que nos llevo por un nuevo camino, un nuevo atajo, pensé. Pero en poco tiempo estábamos lejos de la autopista y tomando una ruta de la montaña. Eso no me lo esperaba. No me gusta mucho las carreteras con curvas en medio de la nada. Ese no era el plan. Luego pensé que Dios nos tenía guardada esa sorpresa por los meses que no habíamos salido de casa, así que me puse a observar el paisaje de camino. Estábamos en ruta a la casa, pero de otra manera. Hemos pasado días muy secos y fuegos en los pastizales que anhelan el agua de lluvia. Pero siempre me sorprenden los flamboyanes que sin importar el clima, visten sus mejores flores, de colores brillantes, anaranjadas-rojizas. Me recuerdan los flamboyanes ese árbol que describe el Salmo 1 “plantado junto a corrientes de aguas, que da su fruto en su tiempo y su hija no cae.” Estamos viviendo tiempos que nos sacuden desde lo más profundo. Hemos vivido terremotos, pandemia, mucha incertidumbre en el ambiente, los templos cerrados. Podríamos pensar que nuestras mejores hojas se marchiten, pero no es así. Es en esos tiempos donde nuestra fuente de agua no la proveemos nosotros, porque no podemos producirla, cuando el Espíritu Santo de Dios sostiene nuestras vidas, nos guía y nos refresca con el agua de vida, que nos hace dar fruto, que no nos deja marchitarnos con las circunstancias que tenemos de frente. Es tiempo de ser ese árbol que con colores brillantes llama la atención del que mira el paisaje. ¿Anhelan los que me conocen, los que me miran, la gracia y el favor de Dios? ¿Anhelan lo que ven en mí? ¿Mi testimonio impacta sus vidas y tiene que reconocer que hay una fuente de agua mayor, que no podemos suplir nosotros? Para eso debo deleitarme en la ley de Dios, no sólo conocer su Palabra, las Escrituras, es deleitarme en ellas. Puedo verme con vida si anhelo casa día parecerme más a Jesús, el camino, la verdad y la vida. De lo contrario, pueden irse marchitando mis hojas en medio de las situaciones difíciles. Jesús no sólo nos dio la salvación, nos dio una vida abundante en Él. Daremos fruto en el tiempo correcto, sin importar las circunstancias. Oremos al Señor pidiéndole que nos ayude a tener sed por su Palabra y que podamos deleitarnos en ella, que no la veamos como una responsabilidad, sino como un anhelo. Que otros puedan llegar a Él a través de verlo en nuestras vidas.
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AutoraMe llamo Myrnaly y resido en Ponce, Puerto Rico. Soy Cristiana, esposa, madre, y profesional. Tengo un Dios que me sostiene en Su Gracia y Misericordia, y renueva mis fuerzas cada dia. Blog Anteriores
September 2019
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