Si algo me sorprende de Dios, es que conoce todo, absolutamente todo sobre mí y aún así me ama y sigue a mi lado. Este mundo nos ha enseñando cero tolerancia hacia los demás, desde que somos niños, si queremos sobrevivir en una sociedad que se impulsa con el pecado y camina hacia el egoísmo. Hasta con las personas que amamos, muchas veces ponemos condiciones, queremos que actúen de cierta manera, que nos traten de cierta manera, y si no cumplen con nuestras expectativas, raciónanos el amor que les vamos a dar, porque nos han enseñado que hay que ganárselo. Hasta cuando tratamos con nuestros hermanos en la fe, llevamos nuestras condiciones para negociarlas. Con los hermanos “difíciles de amar” usamos una vara muy distinta y nos sentimos en el derecho de criticar, rechazar y hasta nos ponemos bien espirituales juzgando que no están a nuestra altura. Pero Dios conoce todo acerca sobre nosotros y aún así nos ama. No tiene nada que ver con que Dios disciplina, nos guía en el camino y nos instruye. Si algo siempre me rompe todas mis barreras, todas mis defensas y argumentos, es el saber que Dios no se da por vencido conmigo. Su paciencia y su misericordia para conmigo no se ha agotado. No se ha agotado incluso en los momentos de problemas y dificultades que tienden a sacar lo peor de nosotros. No se ha agotado aún cuando yo le he fallado. No se ha agotado cuando realmente no merezco nada de su parte y Él me sigue con su gracia, amor y misericordia. Él también conoce todo sobre ti. Él tampoco se ha dado por vencido contigo. Su amor no tiene condiciones porque nunca podríamos ganarlo. Debemos tratar a los demás como Él nos trata. Debemos ver a nuestro prójimo como Él los ve. No es nuestra función ser ese dedo acusador o quien les haga caer. Debemos ser quienes ayudan a los demás a levantarse porque Dios nos levanta cada día, porque sin su ayuda no podríamos estar en pie. En vez de criticar al que peca distinto a nosotros, vamos a llevarles la esperanza de salvación y de la restauración en Cristo. Seamos instrumentos del Espíritu Santo para traer unidad y sanidad en estos tiempos de tanta incertidumbre y aflicción. Seamos humildes y demos testimonio de que todo lo bueno que hay nosotros sólo proviene de Dios. Oremos al Señor y pidamos perdón por las veces que no hemos visto o tratado a los demás como Él espera de nosotros. Que su Espíritu Santo nos ayude a no condicionar nuestro amor hacia los demás y los ayudemos a levantarse y a seguir el ejemplo y la dirección del Señor.
0 Comments
Leave a Reply. |
AutoraMe llamo Myrnaly y resido en Ponce, Puerto Rico. Soy Cristiana, esposa, madre, y profesional. Tengo un Dios que me sostiene en Su Gracia y Misericordia, y renueva mis fuerzas cada dia. Blog Anteriores
September 2019
Categories |